CARTA No.207: Dorita, de Bolivia, dice:
“Me considero una mujer católica ferviente. Tengo cuarenta y cinco años de edad y veintiuno de casada. Llevo años pasando una crisis matrimonial terrible que me ha llevado varias veces al borde del divorcio. Éramos un matrimonio feliz Tenemos cuatro hijos, el mayor de veinte años, la menor de doce. Una mujer sedujo a mi marido. Después, por avisos de amigos me di cuenta de que esta mujer fue donde una bruja para hacerle un hechizo amatorio a mi esposo. Ha sido algo espantoso. Mi marido se volvió loco por esa mujer. Cambió conmigo y con mis hijos. Se llenó de odio contra mí, contra mis hijos. Antes era un amor con nosotros. Me ha golpeado muchas veces. Nos separamos y volvimos de nuevo. Hemos visitado a sacerdotes y estamos con psiquiatra. Yo no quiero romper mi sacramento. Llevo mi alma totalmente destrozada. No quiero cansarlo relatándole todo lo que hemos sufrido mis hijos y yo. Él dice que ya dejó a esa mujer, pero ella sigue persiguiéndolo, y todo por dinero. Ella lo que quiere es el dinero de mi marido. ¿Qué puedo hacer para sanarme, para sanar a mis hijos?
Respuesta: Este relato lo he oído muchas veces bajo diversas formas. Son incontables los hogares que, como el tuyo, son víctimas de la acción de los hechiceros. Habrá quien se ría de esto que digo, pero es la pura verdad. Una de las principales causas de la destrucción de la felicidad matrimonial y de la separación de familias es la acción diabólica por medio de los hechizos o maleficios. Como he dicho en otros comentarios la hechicería existe, es una realidad, no es una ilusión de supersticiosos e ignorantes. Los demonios actúan a través de las invocaciones de los maleficieros. Es necesario estar preparados para resistir el día aciago. No solamente en cuestiones de amor y de matrimonio, sino en todas las esferas de la vida. Te felicito porque tu fervor, tus oraciones y sacrificios han sobrepasado el ataque. No se destruyó tu hogar, no perdiste a tu marido, tus hijas e hijo no se han descarriado. Tu alma está destrozada pero tu firme convicción de fe te sostiene en la fidelidad a tu matrimonio. Tu marido ha recapacitado y está ahora empeñado en reconstruir la vida matrimonial y hogareña.
Lo que te ha valido, entre otras cosas muy importantes, ha sido tu convicción de Fe en el sacramento del matrimonio. La debilidad ha estado en que eran una familia tibia en el seguimiento de Cristo. No ponían sólidamente en práctica los medios de protección que el Señor nos da a través de la Iglesia. Tu marido sobre todo no valoró su matrimonio sacramental, no llevó una vida de intensa oración, de sacrificio, de lectura y meditación de la Palabra, ni se acercó asiduamente a la confesión de sus pecados y a la comunión. No recurrió a la ayuda de la Iglesia. No vivió como verdadero discípulo de Cristo. Me alegro de que hayan descubierto la Llama de Amor y de que la estén empleando en el interior del hogar. Si no hay oración no hay protección. La Virgen lo ha dicho a saciedad en el Diario Espiritual: “Satanás, con fuerza rabiosa quiere destrozar las familias”. Los hechiceros fracasan con sus maleficios allí donde la familia entera pone sólidamente en práctica los instrumentos de santificación de la vida cristiana: oración, sacramentos, penitencia, aplicación práctica de la Palabra de Dios.
Una cosa importantísima es que saques de tu corazón todo tu odio a esa mujer que sedujo a tu esposo. Es muy difícil, pero es necesario que perdones para que el Señor te libere y sane tantas herida como llevas. El odio impide la sanación y la liberación y más bien fortalece la acción del demonio. Respecto a tu marido, sé que es difícil recuperar el primer amor. Y la confianza. Sin la ayuda del Señor es imposible. Tu esposo necesita tu perdón y el de sus hijos. Hay que volver a empezar, pero esta vez, con la ayuda de la Llama de Amor. El efecto de gracia es capaz de hacer todo de nuevo. No hay que cometer el error de ir donde otro hechicero para vencer el maleficio. Esto es una insensatez. Más bien se empeoran las cosas. Deseo de todo corazón que no se cansen de luchar en familia para restaurar el primitivo amor. Oren el Rosario de la Llama de Amor en familia todos los días y apliquen la jaculatoria para contrarrestar los ataques del maligno contra la mente, el corazón y la memoria. La Virgen ciega a los demonios y a las pasiones en el interior de nuestro ser. Ella es la esperanza de todos los hogares, especialmente de los que están en crisis.