CARTA No.198: Sigo con la pregunta anterior de Carlos de México:
¿Qué importancia tiene para los padres de familia estar informado acerca de la presencia de almas en los miembros del hogar?
Respuesta: La Devoción a la Llama de Amor nos lleva a convertir nuestras familias en Santuarios familiares. Es necesario que los padres de familia asuman el papel de Cristo que guía, consuela, sana y libera a sus ovejitas de los sufrimientos producidos durante la lucha contra el pecado. Cada hogar cristiano debe ser un lugar de santificación no sólo para los vivos, sino también para los difuntos. En el Diario Espiritual Jesús nos pide que oremos y nos sacrifiquemos por los vivos y también por las almas del purgatorio porque ellas no pueden hacer nada de por sí mismas para aliviar sus penas. No se rompen los lazos entre los vivos y los difuntos. Estamos en profunda unión por la gracia de la comunión de los santos, especialmente con los familiares ya muertos. La visión cristiana de la vida y de la muerte nos ayuda a sobrepasar las concepciones paganas sobre la muerte y el mundo del más allá. Para el pagano los muertos se convierten en seres
amenazantes que inspiran horror. Según esta concepción el difunto desaparece de la historia y lo más saludable es rechazarlo, olvidarlo y huir de él.
Ya no tiene influencia ni presencia positiva en nuestras vidas. Sin embargo la misión redentora de Jesús no termina con nuestra desaparición física sino que va más allá de la muerte. Jesús sigue actuando sobre las almas hasta que las introduce en el cara a cara de la visión beatífica. Jesús sigue sanando, liberando y perdonando a las almas de los difuntos en ese intervalo misterioso que llamamos “purgatorio”. Cuando el Salvador habla del rechazo contra el Espíritu Santo nos dice que “ese pecado no se perdona ni en esta vida ni en la otra” (Mat 12,32) para revelarnos que su misericordia se extiende más allá de la muerte. La caridad cristiana, el amor al prójimo, se debe ejercer sobre todo con los difuntos quienes están necesitados de nuestro amor. Ellos viven con nostros aunque no los veamos con los ojos de la carne y se benefician de nuestras oraciones, sacrificios, buenas obras, penitencias y de manera especial de las gracias de la Eucaristía. Son numerosas las revelaciones privadas que nos hablan del purgatorio y nos ayudan a comprender mejor esta relación entre los vivos y difuntos. Entre las autoras más reconocidas de los tiempos modernos están María Simma, Eugenia von der Leyen, Santa Faustina.
Las familias cristianas deben cultivar la amorosa relación con las almas del purgatorio por los cauces que la Santa Madre Iglesia nos señala, huyendo sobre todo de la herejía espiritista, tan extendida en estos últimos tiempos. El espiritismo pretende ser una religión en la cual se evoca a las almas de los difuntos para obtener de ellos guía y consejo. La “Nueva Era” propaga esta concepción. Los grupos espiritistas están muy lejos de la verdadera Iglesia de Cristo. Se trata en el fondo de un negocio fraudulento administrado por charlatanes que se benefician económicamente de los incautos que quieren entrar en contacto con los muertos. La Biblia es bien clara y prohibe taxativamente cualquier clase de invocación de los muertos. En la práctica de la oración cristiana encontramos que son los difuntos quienes por permisión de Dios se acercan a nosotros pidiendo ayuda. Lo hacen de diversas maneras. Debemos ir aprendiendo a discernir la presencia en nuestras familias de las almas que recurren a nuestra oración para no confundirlas con la acción de los espíritus malignos (demonios) o de los maleficieros (hechiceros). La manera más eficaz de manifestar nuestro amor por los deudos difuntos es orar intensa y perseverantemente por ellos.