CARTA No.197: Carlos de México dice:
Vi una entrevista que le hicieron. Allí contó su experiencia con las almas. ¿Podría hablar de las diversas clases de almas que ha encontrado en las oraciones? ¿Qué importancia tiene saber eso para nosotros, padres de familia?
Respuesta: Para mí, como exorcista, el descubrimiento de las almas fue algo importantísimo. Cuando comencé a orar por las personas afectadas por la acción diabólica pensaba que solamente me iba a encontrar con demonios. Daba órdenes de
expulsión en el Nombre del Señor Jesucristo. Poco a poco fui descubriendo que las personas no solamente son afectadas por los espíritus malignos sino también por las almas de difuntos y por brujos vivos y muertos. Un gran misterio difícilmente comprensible para nuestra escasa formación en torno al más allá. Al preguntar a una persona en trance me contestó una voz temblorosa, llena de miedo y con gran sufrimiento: soy un alma, me llamo Pedro, soy el esposo de Cecilia, estoy en ella. Efectivamente el esposo de la señora por la que oraba había muerto varios años antes. Ella experimentaba angustia, ansiedad, tristeza y no lograba salir de ese estado. Pedro amaba profundamente a Cecilia, se había quedado con ella y le transmitía sus sufrimientos. Descubrí que muchísimas personas que buscan ayuda están afectadas por la presencia de almas que las habitan o se acercan a ellas. A partir de ese momento mi proceder como exorcista se modificó. Comprendí que muchos de los sufrimientos que llevan las personas y algunos fenómenos que se dan en las casas de habitación son causadas por almas de difuntos y no por demonios.
En otra ocasión, cansado de no encontrar el camino en un exorcismo, dije: “Te ordeno, en el Nombre de Jesucristo, quien quiera que seas que estás afectando a esta hija de Dios, ¡hazte presente! Hice un gesto como de que agarraba a alguien por el cuello, y lo plantaba en la persona que estaba exorcizando. Oí una voz que decía: “Qué me pasa, dónde estoy, alguien me ha traído aquí, ¿quién eres tú?”. Me dijo todo aturdido, que era un brujo, que estaba trabajando en Tegucigalpa y lo hacia en unión a otros brujos de Costa Rica. Algo había pasado que lo había transportado a un lugar que él no conocía. No sabía lo que le pasaba. Descubrí entonces que además de los demonios hay brujos vivos y brujos muertos (sus almas) que influyen en las personas con sus hechicerías. Desde entonces al acercarme a alguien que sufre trato en primer lugar de discernir quiénes lo afectan, cuántos lo afectan, cómo lo afectan. Es necesario tratar de diferente manera a los demonios, a los brujos y a las almas. El exorcista debe no sólo luchar contra los demonios sino también derramar misericordia sobre las almas que sufren y ayudarlas a abrirse al Señor. Debe luchar contra la malicia de los maleficieros que manipulan con los poderes diabólicos a las almas y buscar la conversión de estos servidores de Satanás. Ni el Diario Espiritual ni las Sagradas Escrituras hablan de estos temas. En el Diario Espiritual se nos enseña a combatir a Satanás con la jaculatoria de la Llama de Amor.
En las Sagradas Escrituras se nos pone en guardia contra la acción diabólica ejercida a través de los hechiceros. Se nos prohibe terminantemente practicar la magia y la invocación de los muertos. La Palabra de Dios nos lleva a reconocer a Jesucristo como Señor de vivos y muertos. Edificar el Santuario Familiar significa estar conscientes de que los miembros de nuestro hogar somos susceptibles de estar influidos por la acción de espíritus malignos, diversas clases de almas y por la acción de los hechiceros. Los padres de familia, pastores y profetas en el interior de su hogar, deben instruirse en este terreno de la oración de sanación y liberación. Existe un gran vacío en la Iglesia cuando hablamos de pastoral de liberación. Las familias no encuentran la ayuda que necesitan para combatir el mundo de las tinieblas de parte de los responsables de la pastoral. Es necesario que aprendamos a orar en el interior de nuestras familias para sanarnos y liberarnos mutuamente siguiendo la acción del Espíritu Santo. Estamos llamados a la Paz: “Mi paz les dejo, mi paz les doy”, dice Jesús. La presencia de espíritus malignos que actúan libremente en el interior del hogar no nos da la paz. Las almas que sufren o las que son utilizadas como instrumentos diabólicos nos impiden vivir en la paz de Cristo. Los hechiceros que se sirven de los poderes demoníacos para afectarnos deben encontrar en nosotros la resistencia espiritual que impedirá su obra. La gracia de la Llama de Amor nos lleva a ser fuertes en Cristo para cegar a los espíritus malignos que quieren destruir a las familias para que Satanás reine en ellas.