CARTA No.166: Lidia, de Coatzacoalcos, México, pregunta:
Entonces, si la Llama de Amor libera de los espíritus malignos, ¿Cuál es su relación con los exorcismos que hace la Iglesia?
Respuesta: No hay ninguna oposición entre el ministerio del exorcista, que por derecho propio tiene el Obispo y su delegado el exorcista oficial, y la Llama de Amor. En la Iglesia debemos guardar la armonía del Cuerpo de Cristo. Los exorcismos oficiales son necesarios en aquellos casos en los que haya una auténtica posesión diabólica. La gracia de la Llama de Amor debería actuar en todas las familias para protegerlas contra la acción diabólica y para ir desterrando constantemente de las familias y de cada uno de sus miembros, los ataques menores de los espíritus malignos. Si todos los hogares fuesen fieles al designio de Dios sobre las familias no habría necesidad de exorcistas porque no se le daría oportunidad de acción extraordinaria a Satanás. Esto es una utopía, un ideal irrealizable porque estamos heridos por el pecado original. En el interior de cada persona y de cada familia y en todas la sociedades y en toda la humanidad está la lucha entre el Espíritu y la carne. Siempre habrá personas que por herencias ancestrales o por imprudencias o por malicia personal se acercarán al mundo de las tinieblas y caerán en sus redes. Hay infinidad de verdaderos posesos que nos rodean y no nos damos cuenta de que su conducta anómala, errática, perversa es producto del poder de Satanás.
La ciencias de la conducta humana, cegadas por el racionalismo laicista, nos han acostumbrado a ver todo desde el punto de vista de la razón positivista (de la carne). Infinidad de posesos están en las cárceles, convictos de crímenes espantosos; infinidad de personas llegan al paroxismo de la desesperación y se suicidan; infinidad de personas están prisioneras de los vicios: alcoholismo, drogadicción, juegos de azar, pasiones sexuales, odio irracional, incontables familias experimentan relaciones totalmente anticristianas en su interior…etc. Son en realidad prisioneros de los espíritus malignos que los arrastran a pesar de sus buenos deseos, debilitados por la falta de vida “en el Espíritu”. Todos los seres humanos sin excepción (ni Cristo ni la Virgen María) hemos sido tentados por los espíritus malignos y los seguiremos siendo hasta el final de la vida. Jesús nos enseñó a vencerlos. Como dijimos en el comentario anterior, los espíritus malignos y sus servidores, sirven como instrumentos de la divina sabiduría para darnos oportunidades de santificación. Todo lo que el Demonio hace es para la gloria de Dios.
Cuando pedimos la gracia de Dios ésta nos es otorgada y la tentación es aprovechada como una victoria del alma. En realidad no deberíamos pecar nunca porque Dios siempre está dispuesto a darnos las gracias que necesitamos para salir vencedores de los ataques del maligno. Todos, hasta los que no han conocido a Jesucristo, estamos llamados a la más alta santidad. Todos somos hijos amadísimos de Dios. No nos extrañemos: los demonios son infinitamente amados por Dios, son sus criaturas. Si Dios no los amara, dejarían de existir. Ellos por soberbia, ingratitud y maldad inconcebibles rechazaron el amor de Dios. A pesar de su odio contra Él Dios sigue amándolos. Dios no puede odiar a nadie, Él es Amor. La mejor arma que tenemos contra Satanás y todos los demonios es recodarle que Dios lo ama infinitamente y que él traicionó ese amor. Todo pecado humano tiene su modelo en el pecado de los ángeles. La gracia de la Llama de Amor obtenida por la Virgen María por medio de las Llagas de su Hijo es en realidad la acción del Espíritu Santo en el interior de nuestras almas. La Virgen es la Esposa del Espíritu Santo.
El Padre y el Hijo por la poderosísima intercesión del Inmaculado Corazón de María actúan en nuestro interior por medio de su Espíritu para crear el Santuario Familiar. El objetivo de la Llama de Amor es que Cristo more en nuestros corazones (Ef 3,17; Jn 14,23; Ef 2,22). El Espíritu Sano edifica en nuestro interior la morada de Cristo. Para edificar una morada digna de Dios es necesario ir erradicando de nuestro interior las presencias maléficas que nos quieren arrastrar a vivir “en la carne”, es decir fuera de Jesucristo. El efecto de gracia, obtenido por la poderosa intercesión de María, va eliminando de nosotros los espíritus malignos y su influencia sobre nuestra inteligencia, voluntad, memoria y el cuerpo físico. En el caso de una verdadera posesión en un miembro de la familia nada impide que se ore con la Llama de Amor ya que no es un exorcismo sino una súplica humilde a la Madre Santísima de Dios. Un poseso puede ser perfectamente liberado por la intercesión de María. Toda liberación viene de la voluntad de Dios. Cuando hay un poseso en la familia es muy importante ponerlo en manos del Sr. Obispo para que él decida cuándo y cómo se ha de efectuar el proceso de liberación.