CARTA No.124: ¿Por qué insiste tanto la Virgen en el purgatorio?

La Sra. Ninfa de Panamá, dice: “El mes de Noviembre, es el mes de las ánimas. Al leer el Diario Espiritual estoy impresionada por la cantidad de veces que la Virgen habla del purgatorio. Ella nos insiste muchísimo para que oremos por las ánimas del purgatorio y especialmente por los sacerdotes. ¿Por qué insiste tanto la Virgen en el purgatorio?

Respuesta: Es muy cierto lo que Ud. dice. Nuestra Señora, Madre espiritual de todos los seres humanos, no quiere que suframos después de la muerte. En esta vida nos insiste para que ofrezcamos nuestros sufrimientos y oraciones por la salvación de las almas y por el alivio de las que están purificándose en las llamas del purgatorio. Este tema del purgatorio ya lo tratamos en varios comentarios. Los pueden encontrar en mi blog https:https://llamadeamor-corpuschristi.org/ .

La Virgen le dice a Isabel (DE 31-8-1963): “Premio, hijita mía, el gran anhelo y compasión que sientes de las almas del purgatorio. Hasta ahora rezaste tres Avemarías en mi honor por la liberación de un alma. Ahora, para calmar tu anhelo, en adelante diez almas se liberarán del lugar de sufrimientos”.

El Magisterio de la Iglesia nos afirma que en las Sagradas Escrituras se encuentra la doctrina del purgatorio. No es un invento de la Iglesia. Estudiemos los números 1030 a 1032 y 1471 a1479 del catecismo de la Iglesia Católica para tener criterios claros y seguros. Se nos explica que después de la muerte se da una “purificación” a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. ¿Purificarnos de qué? ¿Acaso la muerte redentora de Cristo no es suficiente para salvarnos? Por supuesto que sí. Sin embargo la realidad es que por muy santos que seamos siempre pecamos y que nuestra alma queda manchada. Dios es infinitamente puro y nada manchado puede ver a Dios. El cielo consiste en la íntima unión con Dios. Jesús dice que hay pecados que se perdonan después de la muerte en Mt 12,31. Necesitamos ser purificados antes de ver a Dios cara a cara. No debemos tenerle miedo al purgatorio aunque se trate de grandes sufrimientos.

La existencia del purgatorio debe ser para nosotros un aliciente para no pecar, para no ofender a Dios. El Señor en su infinita misericordia nos da las INDULGENCIAS para que nos esforcemos todos los días en santificarnos por el arrepentimiento y reparación de los pecados, por los sacramentos ( la confesión y la comunión) y las obras de piedad y misericordia. Es importantísimo ganar las indulgencias porque ellas nos reducen la pena temporal del purgatorio. Hay que instruirse sobre lo que son realmente las indulgencias para no caen en los errores del protestantismo. No las entienden, no las comprenden y las rechazan. Al negar los sufragios a los difuntos cometemos una enorme injusticia con las almas. Después de la muerte no podemos merecer para nosotros mismos. Estamos a merced de las oraciones de nuestra familia y de nuestros hermanos en la fe. La Virgen nos pide que nos sacrifiquemos, que oremos, que ayunemos y ofrezcamos por los difuntos limosnas y obras buenas.

Para los sacerdotes pide que ayunemos a pan y agua los lunes (DE 1-9-1963; 28-9-1962): “Quien ayuna a pan y agua el lunes, librará cada vez un alma sacerdotal del lugar del sufrimiento. Quien practica esto, recibirá la gracia de ser librado del lugar de las penas antes de que transcurran ocho días después de su muerte”. La Devoción a la Llama de Amor viene a abrir los ojos a los cristianos sobre el purgatorio. Hoy casi no se habla ni del infierno ni del purgatorio, ni de las indulgencias en las predicaciones. Es necesario que en cada familia se reviva esta enseñanza y se ponga en práctica la oración por los difuntos. Podemos ganar cada día una indulgencia plenaria aplicable a los difuntos y muchas indulgencias parciales. Después de nuestra muerte nuestros seres queridos deberían orar insistentemente para que nuestra purificación no se extienda por mucho tiempo.

Es muy misterioso lo que sucede con las almas después de la muerte. El hecho es que hay una estrecha relación entre ellas y nosotros. Aunque no las veamos están con nosotros y nos acompañan, sobre todo pidiendo oraciones. Debemos darnos cuenta del inmenso poder que tienen en nuestra vida personal y para la vida de la Iglesia universal las oraciones, los sacrificios, las penitencias, los ayunos. Los difuntos piden: Misas, Rosarios, ayunos, limosnas hechas en su nombre, obras de caridad, etc. Es un verdadero pecado no orar por los difuntos. Es una falta de caridad porque ellos están sufriendo penas muchísimo más dolorosas que las terrenales y no los auxiliamos. Aprendamos de la Virgen María a orar por las almas que están purificándose. Orar por ellas es el acto de amor más auténtico que podemos hacer por los difuntos.

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