CARTA No.119: ¿Podría enseñarnos cómo utilizar la Llama de Amor como oración de liberación en el interior de la familia?
Muriel, de México, dice: En sus comentarios sobre el Diario Espiritual Ud. nos habla mucho de que la Llama de Amor es una gracia que nos sana y libera de los ataques de Satanás. ¿Podría enseñarnos cómo utilizar la Llama de Amor como oración de liberación en el interior de la familia?
Respuesta: Efectivamente en el Diario vemos cómo Satanás es derrotado por Isabel Kindelmann a pesar de sus ataques arteros, rabiosos y fuertes. La gracia de la Llama de Amor no nos libra de los ataques diabólicos sino que nos fortalece de manera extraordinaria para enfrentarlos victoriosamente. La Virgen nos da el Rosario con la oración jaculatoria para que ceguemos a Satanás, pero no basta con cegar a Satanás. El objetivo de Nuestra Señora es que todos los miembros de la familia vivan según Cristo. Es decir que lleguen a la más elevada santidad. La familia debe ser un “santuario”, lugar de santidad. Santo significa en primer lugar “separado del pecado”. La gracia de la Llama de Amor nos enseña a recurrir a la poderosísima intercesión del Inmaculado Corazón de María para salir victoriosos en la tentación. El primer efecto de la gracia de la Llama de Amor es la protección de María sobre las almas. Ella impide que el demonio nos venza en el combate y que nos lleve por un camino que nos separe definitivamente de Jesucristo. El objetivo de Satanás es llevarnos a una vida de pecado. En segundo lugar el objetivo de la Llama de Amor es llevarnos a la más elevada santidad.
El gran mal que destruye a las familias no es el Demonio en sí, mismo, sino separarnos de Cristo. Nunca nos liberaremos de la tentación ni de los ataques diabólicos. Dios le dice a la serpiente: “Ella te aplastará la cabeza y tú la morderás al talón” (Gn. 3,159. Satanás quiere que consintamos en la tentación y que nos volvamos sus esclavos. El Demonio busca la condenación eterna de las almas. La familia que acoge la Llama de Amor debe tener un primer cuidado: erradicar el pecado de su seno y pasar, como Isabel Kindelmann, de una vida de tibieza espiritual a una vida según Cristo. La verdadera liberación es esa: la del pecado. Sin embargo, evitarlo NO DEBE SER el objetivo final de nuestra vida cristiana, sino alcanzar la más alta santidad para la mayor gloria de Dios. Leyendo el Diario nos damos cuenta de que toda la vida de Isabel fue un combate contra Satanás; sufrió muchísimo de parte del maligno. Esas dolorosas tentaciones y grandes sufrimientos en vez de hacerle daño, la ayudaron a crecer en el amor a Jesucristo. A crecer en santidad. En nuestros tiempos se va tomando cada vez más conciencia de que somos atacados de diversas maneras por espíritus malignos. Tanto en el exterior como en nuestro interior experimentamos fenómenos y sufrimientos que no tienen explicación natural.
La reacción puede ser “busquemos oraciones de liberación” pero sin cambiar de corazón. Es cierto que muchos de los variados problemas que afectan a las personas y a las familias son verdaderos ataques del mundo de las tinieblas pero la experiencia nos dice que cantidad de esos sufrimientos tienen su origen en los pecados cometidos individualmente y en familia. El pecado que peores consecuencias trae tanto a nivel individual como familiar es recurrir a la brujería, al esoterismo, al satanismo en todas sus formas. Se abren las puertas del alma, del cuerpo y de la familia a los demonios y demás espíritus impuros. Cuando el pecado, en cualquiera de sus formas, reina en una familia, sus consecuencias se hacen sentir. La paga del pecado es la muerte, dice San Pablo (Rom 6,23). De allí vienen la mayor parte de las posesiones diabólicas, las infestaciones de espíritus inmundos en las casas o lugares donde se practica la hechicería, las obsesiones, las perturbaciones de orden psíquico, espiritual, físico, numerosas enfermedades, las ruinas económicas, las herencias nefastas ancestrales, etc. La mejor defensa contra el Demonio y los suyos es vivir en gracia de Dios. La Llama de Amor protege, sana y libera del mundo diabólico a quienes viven de acuerdo a sus enseñanzas.