CARTA No.53: ¿Por qué dice la Virgen que el pecado más grave es la indolencia?

Rafael, de León, Nicaragua pregunta: ¿Por qué dice la Virgen que el pecado más grave es la indolencia?

Respuesta: En varios pasajes del Diario Espiritual la Santísima Virgen nos habla de la indolencia y efectivamente dice que es el pecado más grave. Esta palabra viene del latín: indolencia (sin dolor). Significa: aquella persona a la que “no le duele” algo que debería dolerle. Es sinónimo de apatía, indiferencia, flojera, pereza, aburrimiento, desinterés, negligencia, inercia. El indolente no quiere cumplir sus obligaciones. Actúa sin amor, despreocupado, abandonado. Se queda con los brazos cruzados mientras pasa algo grave que podría y debería remediar. Nuestra Señora se refiere con dolor de su Corazón a aquellos cristianos que no se interesan por la salvación de su alma y de la de los demás. Especialmente se refiere a los consagrados a Dios, sacerdotes y religiosas, y a los padres y madres de familia que no responden a las obligaciones tanto espirituales como materiales que les son propias por su vocación. Efectivamente es el pecado más grave porque es en sí “falta de amor a Dios y al prójimo”. Trae las consecuencias más graves porque lleva a rechazar las gracias de Dios. El indolente no ama a Dios, no se ama a sí mismo y no ama a su prójimo.

No le duele que Dios sea ofendido y que las almas se pierdan, sobre todo su propia alma y la de los suyos. La indolencia la pueden causar espíritus malignos que cierran los oídos, los ojos, la mente y el corazón. Estos espíritus malignos provienen en gran parte de los pecados de esoterismo, magia, hechicería, superstición. Es determinante el ejemplo que se recibe cuando se es niño. Si en el interior de la familia se ama a Dios, se ora, se alaba y glorifica al Señor, se lee y medita con amor la Palabra de Dios y se viven los sacramentos el niño crecerá con el corazón abierto a la vida espiritual. Cuando en una familia se ha practicado el ocultismo, el espiritismo de generación en generación, el resultado es la frialdad del corazón para con Dios. Igualmente se da en familias ligadas a la masonería en donde se educa a los hijos en la mentalidad racionalista y laicista. La Llama de Amor nos lleva a combatir estos espíritus malignos de sordera, ceguera espiritual y frialdad que llevan al endurecimiento del corazón. Es importante orar y reprender con perseverancia a estos espíritus malignos que con frecuencia se alojan en los oídos, en los ojos y en el pecho. Cuando se les ordena en el nombre de Jesús que salgan lo hacen por medio de eructos. No es “normal” que un bautizado sea sordo, ciego y frío espiritualmente para con Dios. El Espíritu Santo con sus dones nos conduce, si no ponemos obstáculos, a una vida de piedad y amor a Dios.

En todo el Diario Espiritual vemos cómo la Virgen va señalando los pasos para que las familias se vayan convirtiendo en “santuarios familiares” donde Ella opere “sus milagros en el fondo de los corazones”. Este es el principal combate espiritual que debemos librar en el interior de nuestros hogares. Los demonios de indolencia se alojan en las familias y las embeben de pereza y de indiferencia espiritual. Van acompañados de espíritus malignos de distracción que impiden la oración en familia. Crean un ambiente de ruido, de música estridente, de inquietud, de superficialidad, de desobediencia y división para que los padres de familia no puedan ejercer la autoridad que uniría a los miembros del hogar en un sólo propósito: amar y glorificar a Dios. Satanás quiere reinar en las familias, dice la Virgen. Esto es una gran verdad. Depende de nosotros que el Enemigo se instale en el centro del hogar y nos esclavice con sus tácticas y engaños. Los padres de familia deben luchar a brazo partido contra la indolencia que los lleva a renunciar a su autoridad frente a la presión que los hijos no convertidos ejercen sobre ellos. No deben desanimarse. La Virgen actúa con fuerza cuando se la invoca con fe y perseverancia. Ella ciega a los espíritus malignos de indolencia.

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