CARTA. 50: Continúo respondiendo a la Sra. Lucrecia de Costa Rica.
Continúo respondiendo a la Sra. Lucrecia de Costa Rica. ¿Cuál es papel del sacramento de la reconciliación en el proceso de liberación?
Respuesta: Cuando vamos a los pies del sacerdote a confesar nuestros pecados estamos recibiendo un SACRAMENTO, es decir no estamos haciendo un obra meramente humana, sino que estamos recibiendo directamente de Jesucristo su gracia. No es el sacerdote en cuanto hombre el que nos perdona (como hombre no puede perdonar nuestros pecados) sino el Sumo y Eterno Sacerdote que es Jesucristo. La finalidad del Sacramento es primordialmente hacernos experimentar la infinita misericordia de Dios por el perdón de nuestros pecados. Somos hijos amados del Padre y ese amor infinito al perdonar nuestras faltas trae consigo la sanación de las heridas producidas por el pecado y gracias que nos fortalecen en la lucha contra nuestras malas tendencias y las tentaciones del Demonio. Detrás de todo pecado está la herida del pecado de Adán y por lo tanto la acción del Maligno. Por el pecado de nuestros primeros padres entró la muerte al mundo, no solamente la muerte física, sino sobre todo la muerte eterna. Todos los hijos de Adán nacemos con la llamada “concupiscencia”, es decir con tendencias o deseos que nos impulsan a cometer acciones que se apartan de la Ley de Dios.
Por el sacramento de la reconciliación se nos conceden, además del perdón, gracias que van a fortalecer nuestra voluntad para que podamos luchar contra esas tendencias perversas. Todo pecado deja heridas en el interior de nuestra alma. Muchas de estas heridas son de tipo intelectual (enceguecimiento del juicio, incapacidad de descubrir la Verdad, rechazo a Dios, a la Palabra de Dios, a la Iglesia, etc.) otras son de tipo emocional (falta de paz, angustia, inquietud, desesperación, tristeza, etc.), otras son de tipo material (miseria, enfermedades, ruinas, etc). El sacramento tiene una función restauradora desde el punto de vista espiritual. Ilumina el alma y el corazón, sana las heridas emocionales dándonos la paz interior. Igualmente el sacramento nos fortalece contra las acciones diabólicas. En el proceso de liberación de las afectaciones demoníacas el sacramento del perdón de los pecados es de primordial importancia. En primer lugar nos lleva a reconocernos “pecadores”, a tomar conciencia de que hay ciertas acciones que ofenden a Dios. Este reconocimiento del pecado nos ayuda a hacer un sincero acto de arrepentimiento por haber ofendido a nuestro Creador y Padre. Nos abre la puerta del corazón para que ofrezcamos actos de reparación por las injusticias cometidas contra Dios y contra nuestros hermanos los hombres.
La acción diabólica nos lleva a la soberbia, a no aceptar que somos pecadores, a creernos y sentirnos independientes de Dios, a pasar por encima de la Justicia Divina y a creer que estamos por encima del bien y del mal. El sacramento de la reconciliación nos llena de humildad y de bendiciones. Así como el hijo pródigo es acogido por su padre y colmado de regalos y gracias que había perdido, Dios nos acoge y colma de sus gracias. Las oraciones de liberación deben ir acompañadas por el sacramento de la reconciliación. El efecto de las oraciones depende del grado de Fe que tengamos al hacerlas y al recibirlas. Los efectos del sacramento también dependen en cierto sentido del grado de Fe con que los recibimos pero hay una gracia propia que viene del mismo sacramento y que perfecciona la imperfección de nuestra fe. Actúa por sí mismo. Es indispensable que quien está atacado por los espíritus malignos se confiese con frecuencia para fortalecerse en el combate y debilitar su poder.