LO ESENCIAL ES ORAR
Lo más importante en el combate contra los espíritus malignos es conseguir la ayuda de Dios porque con nuestras propias fuerzas no podemos nada. En el proceso de santificación de la familia, que es el camino de la Llama de Amor, debemos estar conscientes de que es Dios quien actúa. Él tiene para cada familia y para cada uno de sus miembros un propósito de santificación. Cada alma es infinitamente preciosa a los ojos del Creador y Padre. La gloria de los padres de familia está en ser completamente dóciles a la voluntad de Dios en el cuidado de su matrimonio y de sus hijos. Procedemos mal cuando le queremos imponer a Dios que haga nuestra propia voluntad. Debemos renunciar a esa voluntad propia que es en definitiva puro orgullo. No se mueve la hoja del árbol sin que Dios no lo quiera o permita para nuestra propia salvación y santificación. Si entendemos y aceptamos esto tendremos la Paz del corazón. Para Dios lo que importa no es que tengamos el éxito que nuestra fantasía imagina, sino que hagamos su divina voluntad, aunque a nosotros nos parezca que es un fracaso. El ejemplo claro es Jesús. Aparentemente Jesús fracasó.
En realidad triunfó totalmente. Por su tremenda humillación y aparente fracaso, venció a Satanás, nos rescató del poder del maligno y nos abrió las puertas del Cielo. Jesús se cubrió de gloria ante los ojos de todo el universo. Si Jesús hubiera hecho su propia voluntad en contra de la voluntad del Padre, hubiera fracasado. La estrategia del maligno consiste en hacernos creer que nuestro éxito está en conseguir nuestros propios objetivos. En Ro 8,26 San Pablo nos dice que “no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros”… De acuerdo a esta realidad lo que más importa en el interior de una familia es “orar” al Señor para que nos conceda ser dóciles a la acción de su Espíritu Santo. Lo que llamamos oración es el instrumento que nos dará la victoria en todas las ocasiones de combate. Cuando no se tiene la virtud de la Fe este planteamiento parece pura ilusión. La gracia de la Fe nos permite enfrentar la realidad con variables que no se pueden comprender con los ojos de la simple razón. Esta es la explicación del poder que tiene la Llama de Amor para darle la victoria a la Iglesia. Hay un plan de Dios que nuestra pequeña inteligencia no puede comprender.
Dios interviene siempre personalmente para salvarnos en todas las circunstancias de la vida si se lo pedimos. La Fe sí capta ese plan de Dios. Los que no tienen la fe (los ateos, los racionalistas, los sometidos a la oscuridad de Satanás) quieren construir un mundo según sus fantasías e intereses y lógicamente se oponen encarnizadamente al plan de Dios. Tienen el fracaso asegurado. Son cómplices ciegos del mundo de las tinieblas. Hagan lo que hagan ya están derrotados aunque aparentemente se cubran de victorias. La gracia de la Llama de Amor nos lleva a descubrir lo esencial: más allá de la muerte está nuestra victoria. Para llegar a esa victoria la familia entera debe, como Jesús, realizar en su vida la voluntad del Padre celestial. Si la Virgen pide que cada familia se convierta en un Santuario es porque en esta “fórmula” se concentran todos los medios de salvación. Luchar contra los demonios, espíritus malignos, maleficieros, almas de difuntos, ángeles caídos, y todos los elementos espirituales que de una u otra manera nos atacan no es lo más importante.
La derrota de este mundo oscuro que tanto miedo nos da es fruto de la acción del Espíritu Santo en el interior del hogar y de cada corazón. La “oración de liberación” no es en la Llama de Amor un método que debemos ir aplicando como prioridad cada día, aunque las oraciones de liberación sean muy positivas. Lo que llamamos “liberación” es en realidad el fruto o consecuencia de una vida de profunda intimidad con Nuestro Señor Jesucristo. La unión con Jesucristo nos da la Paz que es el anhelo de las oraciones de liberación. En la vida de Isabel Kindelmann los ataques diabólicos que ella (y todos los santos) debió soportar fueron instrumentos que Dios empleó para santificarla. Para el que ama a Dios todo lo que le sucede se convierte en gracia, es decir en ocasión de mérito y santificación. Mucha gente busca las oraciones de liberación “para sentirse bien”, para “dejar de sufrir”, “para sentirse libres de la acción diabólica”, pero no entienden que en el plan de Dios lo importante es que vivan plenamente en “gracia de Dios”.