EL DEMONIO ASTARTÉ (4)
Queridos padres de familia: El Señor los llama a fundar su familia sobre la Gracia de Dios. Dios quiere que cada familia sea un lugar santo, un Santuario en donde Él reine. La familia cristiana se fundamenta en la aceptación de Cristo Jesús como Dios y Señor y en el rechazo a Satanás. Por el Sacramento del Bautismo nos “consagramos a Dios”. La consagración bautismal nos purifica de todos nuestros pecados y nos da “vida nueva”. Nos hace nacer de nuevo. Jesús nos da el Espíritu Santo. Estamos llamados a vivir bajo el poder de sus Dones y a producir sus Frutos. Entramos por el Bautismo en el reino de Dios (Jn 3,5; Tit 3,5-7). Desde ese instante somos su templo. Nos habita la Santísima Trinidad. Somos “santos”. Las familias de los bautizados están “consagradas a Dios”, “están apartadas” para Dios, “separadas” de las abominaciones de la idolatría. “Vivan sólo para mí; sean diferentes y cumplan mis mandamientos. Yo soy el Dios de Israel; ustedes me pertenecen” (Lv 20:7–8). Dios sacó a Israel de Egipto cuya cultura idolátrica había contaminado a los descendientes de Abraham con el servicio a los demonios.
El Señor purificó a su Pueblo de esas abominaciones en el desierto. Les pidió que fuesen un “pueblo diferente” porque “Él es un Dios diferente”. Los cristianos somos diferentes a los que no creen en Cristo. Hemos rechazado la manera de vivir de los que viven sin Cristo. “Ustedes ya han muerto al pecado, pero ahora han vuelto a vivir” (Ro 6:13). Muchísimos católicos desgraciadamente han perdido su identidad, no tienen conciencia de lo que significa el “bautismo que recibieron”. Por ese motivo sus familias están asentadas en sus propias fuerzas e ideas. No han muerto al pecado. Morir al pecado significa renunciar a lo que ofende a Dios. Las prácticas esotéricas son en sí mismas pecado grave. Se violan gravemente los votos bautismales e implican un verdadero culto rendido a los demonios. El resultado de este culto es el poder que los espíritus malignos ejercen sobre aquellos que lo practican. El principal resultado de las prácticas ocultistas, esotéricas, mágicas, es el pecado de orgullo, de soberbia, que niebla la inteligencia y la conduce a la negación del Dios verdadero. Estas prácticas también corrompen la voluntad y la conducen a perversiones morales.
Hay organizaciones que practican el ocultismo. La masonería y las sociedades rosacruces tienen fundamentos y prácticas ocultistas y por lo tanto los cristianos no pueden pertenecer a ellas. Es un verdadero pecado mortal adherir a estas sectas, que rechazan la revelación divina y centran sus enseñanzas en la realización del ser humano fuera de la sumisión al Creador. Cantidad de grupos y sociedades en las que se promueve el ocultismo desembocan en la adoración a los demonios. Los padres de familia deben con todo empeño proteger a sus hijos para que no caigan en los lazos de estas organizaciones que llevan a sus miembros al ateísmo y al rechazo a la Iglesia. Hay padres de familia que animan a sus hijos a entrar en la masonería por las ventajas económicas, sociales y políticas que piensan obtener. Se aplica aquí la frase del Evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Lo mismo podemos y debemos decir de las prácticas de la Nueva Era que hunden sus raíces en las ideas religiosas orientales, especialmente en el budismo y e hinduismo. La Llama de Amor nos lleva a detectar con claridad todo aquello que no se somete a Jesucristo, el único Señor y a rechazarlo.
Hermoso no tengo palabras para expresar tanto bien en su catequesis.