LEVIATÁN Y BELZEBÚ DOS DEMONIOS QUE DESTRUYEN EL AMOR

Queridos padres de familia: La Divina Revelación nos dice que Dios es Amor. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor (1Jn 4,8). Sabemos y creemos que Dios nos ama, porque Dios es amor. Cualquiera que ama a sus hermanos está íntimamente unido a Dios (1 Jn 4:16). Siendo Jesucristo la Llama de Amor, en la familia donde los miembros lo han aceptado y proclamado Rey y Señor, reina el Amor en las relaciones de sus miembros. Siendo Satanás odio a Dios y a los hombres allí donde él está presente las relaciones están marcadas por el desamor y la violencia. La Fe nos permite discernir la presencia de los espíritus infernales. Quienes no tienen Fe y no están instruidos en la Palabra de Dios y no viven bajo la influencia del Espíritu Santo son como ciegos. No ven, no entienden, no captan, no disciernen la presencia y acción del Enemigo. Todo lo reducen a procesos psicológicos. Durante las oraciones de liberación encuentro casi siempre a dos demonios: LEVIATÁN Y BELZEBÚ. Ambos están interrelacionados. Trabajan juntos.

El efecto de su presencia es la división en la familia, los divorcios, las separaciones.  De hecho todos los demonios trabajan juntos por un mismo objetivo: la destrucción de la familia y la condenación eterna de sus miembros, o al menos volver a los hogares en familias infelices. ¿Qué dicen Leviatán y Belzebú acerca de ellos mismos? Dicen: “Yo soy el que divide, el que crea los pleitos, el que destruye a los matrimonios. Soy la violencia, la ira, el odio, el rencor, soy el poderoso”. En los hogares donde estos demonios actúan libremente hay confrontación entre los esposos, pleitos entre los hijos; violencia verbal y física; palabras ofensivas, dureza en las relaciones, falta de amor y de cariño. No hay entendimiento. Hay rencor, resentimientos, falta de perdón, orgullo, soberbia, altanería. Las personas que están sometidas a Leviatán y Belzebú son problemáticas.  

Hay familias que de generación en generación están sometidas a Leviatán y Belzebú.  Arrastran la violencia de padres a hijos. Allí donde llegan crean problemas, son factores de división, de pleitos, de intrigas, ambiciosas de poder, de dominio. Oprimen a los débiles, se creen superiores a los demás. Tienen mal carácter. Estos demonios dicen que se encuentran presentes sobre los hombros y la espalda. Mucha gente siente un peso en la espalda, que los agobia. La influencia de los demonios sobre las personas varía en intensidad. En la medida que uno se aleja de Cristo el poder de estos espíritus inmundos crece hasta llegar a casos extremos de violencia, hasta llegar a la posesión. Muchísimos criminales, asesinos, están poseídos por Leviatán y Belzebú. Las cárceles están llenas de personas sometidas a estos demonios. ¿Qué hacer ante la acción de estos espíritus malignos en el interior de la familia? 

Es necesario tener en cuenta que el combate contra todos los demonios tiene las mismas reglas: la  “oración y el ayuno” dice Jesús. La gracia que los va a debilitar y expulsar se obtiene pidiéndola. Si la familia ora intensamente y hace penitencia se debilitan. Es de primordial importancia la práctica del mutuo perdón de las ofensas, los actos de humildad y de amor, la lectura y meditación de los textos bíblicos que hablan de la misericordia, las obras de caridad. El corazón duro va perdiendo rigor hasta volverse blando como la cera. De manera especialísima actúan la confesión de esos pecados de ir ante el sacerdote, la comunión al Cuerpo y Sangre de Cristo, la contemplación del Corazón de Jesús manso y humilde. El Diario Espiritual pide que haya una reunión semanal de oración en familia. Es el momento de que los padres deben ejercer los grandes poderes que les da su condición natural de progenitores. Por haber engendrado biológicamente a sus hijos los padres de familia reciben de Dios gracias especiales que les permiten pastorearlos con sabiduría. 

Padres de familia oren por sus hijos, impónganles las manos como lo pide el Evangelio, hagan oraciones de sanación interior sobre las heridas emocionales de sus niños, adolescentes y jóvenes. Si es necesario hagan oraciones de liberación reprendiendo a los espíritus malignos en el Nombre de Jesús; en los casos más fuertes ordenen en el Nombre de Jesús que se retiren. Utilicen el crucifijo agonizante y por el poder de la Sangre preciosa que brota de la mano izquierda de Jesús sométanlos y expúlsenlos. En los casos más graves lleven sus hijos al exorcista para que utilizando los poderes oficiales de la Iglesia los liberen de la malicia de los demonios. Si las familias orasen todos los días no habría tantas familias maltrechas. El mensaje del Diario Espiritual nos lo dice. La Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María ciega a “todos” los demonios cuando se la invoca con fe y perseverancia.

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