EL DEMONIO ASMODEO (3)
Queridos padres de familia: Como les dije en un comentario anterior la acción diabólica en el terreno de la sexualidad es muy complicada y difícil de explicar. Les comparto lo poquito que he descubierto en este ministerio de la oración de liberación, sin ánimo ni pretensión de que lo que digo sea plenamente verdadero ni exhaustivo. Ustedes tienen un doble trabajo: la sanación, liberación y santificación de su propia sexualidad y la protección, sanación, liberación y educación de la sexualidad de sus hijos según el plan de Dios. La misión que Dios les confía es verdaderamente maravillosa y de grandísimo valor ante los ojos del Padre y Creador. En esa misión bien vivida se va realizando día a día la salvación eterna y la santificación de sus almas. En ese grandísimo ministerio de formar una familia según el Corazón de Cristo Uds. no están solos, están asistidos por el Espíritu Santo.
En el Diario Espiritual Jesús y María destacan esta vocación y la comparan al Sacerdocio. Esposo y esposa, padre y madre son una sola cosa (Gn 2,24) y por lo tanto el honor y la dignidad sacerdotal del hombre y de la mujer en el santo matrimonio es compartido. No hay oposición entre hombre y mujer en Cristo nos dice San Pablo. Es todo lo contrario a las ideas feministas. Cuando descubrimos a Jesucristo como a Dios encarnado y lo aceptamos en nuestras vidas, se produce en nuestro interior un “milagro” que transforma por entero toda nuestra existencia: la manera de pensar, de sentir, de querer, de actuar. Nos convertimos en una “nueva criatura”. Lo ideal sería que todos los que van a formar una familia emprendiesen esta grandiosa empresa con un corazón entregado a Jesucristo.
Desgraciadamente infinidad de bautizados, por falta de una verdadera educación según la Fe católica, van al matrimonio sin haber todavía descubierto a Jesucristo como a alguien vivo. No comprenden lo que significa el sacramento. Solamente se casan. Lo hacen muchos por amor sincero sentimental, otros por interés social, otros por pasión. Poquísimos lo hacen porque quieran realizar el monumental misterio divino de la unión del hombre y de la mujer en Cristo (Ef 5,28-33). Con frecuencia resulta que uno de los cónyuges sí tiene conciencia de esa vocación divina pero el otro no, está empantanado en la mentalidad pagana de la vida y de la sexualidad. San Pablo recomendaba a los cristianos no casarse con paganos por la gran dificultad que existe en este tipo de matrimonios. En nuestras tierras de tradición cristiana la mayoría estamos bautizados pero no vivimos el bautismo. Al casarse asumen el sacramento sin tener conciencia de su riqueza y de sus responsabilidades. Sin embargo existe la posibilidad de la conversión de corazón.
Cuando esta gracia se recibe el matrimonio cristiano se puede realizar en plenitud y los esposos pueden colaborar gozosamente en la santificación del matrimonio, de los hijos y del hogar entero. Si el cónyuge no se convierte, para el esposo cristiano se abre la posibilidad de llevar un matrimonio marcado por la cruz, lo que en el plan de Dios es totalmente válido (1 Cor 7,13). Los cónyuges deben emprender la sanación, liberación y santificación de su propia sexualidad para que la vida íntima esté liberada de pesos y sufrimientos innecesarios. Para ser libres nos liberó Jesucristo. En el Diario Espiritual los temas de la sexualidad y de la intimidad matrimonial no se tocan. Hay que comprender que en este ámbito la influencia de los espíritus malignos está presente. Buscamos ayuda en la enseñanza de la Palabra de Dios y de la Iglesia. Lo primero que deben hacer los cónyuges es instruirse en el contenido de la Fe católica. Deben tener en su casa al menos dos instrumentos indispensables: Las Sagradas Escrituras y el Catecismo de la Iglesia Católica.
En este último están magníficamente explicados el sentido de la familia en Cristo, el Sacramento del matrimonio y la moral sexual. Además explican otros temas que ayudarán enormemente en el combate espiritual. Estar bien instruidos en la Fe es indispensable. Hay que endosar la armadura y especialmente el cinturón de la Verdad (Ef 6,14). Ese es el primer punto para derrotar a Satanás que siempre propulsa la ignorancia en sus víctimas. Quien ignora la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia no podrá combatir con serenidad; estará a merced de la malicia y de la astucia del enemigo. Tampoco podrá educar correctamente a sus hijos y éstos serán víctimas de la pereza intelectual de sus padres. Es cierto que en las reuniones y celebraciones de las Parroquias se nos instruye, pero en realidad esta instrucción es insuficiente. Uno debe poner de su parte en casa profundizando y completando lo mucho que falta.