LOS DEMONIOS ANIMALES

Una de las cosas más sorprendentes con las que nos podemos encontrar es la influencia  que los espíritus inmundos pueden tener con nuestro cuerpo. Dios nos creó a su imagen y semejanza. Nuestro cuerpo es santo por la intención del Creador, somos diferentes de los animales. Es el hombre el que, por voluntad de Dios, le pone nombre a los animales para significar su dominio sobre ellos. Entre los hombres y los animales hay un abismo imposible de salvar: el hombre es inteligente, es capaz de pensar, de descubrir la verdad, de conocer y glorificar a Dios, se dirige por la razón iluminada por la Revelación divina. Los animales no son capaces de razonar, de pensar. Su manera de existir los coloca bajo el dominio del hombre. Tanto los seres humanos como los animales irracionales tienen una vocación común: glorificar a Dios. El hombre en su condición de ser pensante, racional, de manera consciente. El animal, en su condición de ser limitado a la vida sensorial, glorifica a Dios por su sola existencia y por la acción del ser humano que lo debe respetar en su condición de criatura de Dios.

Los demonios o espíritus malignos odian al hombre imagen de Dios. Al no poder humillar al creador buscan cómo humillar a la imagen creada de Dios: al hombre. La manera de humillar al ser humano creado por Dios a su imagen y semejanza es reducirlo a la condición de “animal”. La primera y más grande humillación es la de pervertir la inteligencia del hombre, que tiene por principal objeto la glorificación del Dios verdadero, de tal manera que en vez de adorar a su Creador adore a los animales. Tenemos la idolatría que muchísimas veces se convierte en zoolatría. Innumerables culturas han rendido culto a los animales considerándolos como dioses. En la Biblia muchas veces aparecen los demonios bajo la forma de animales: la serpiente, el cocodrilo, el hipopótamos, el macho cabrío, el cerdo, …etc. La segunda manera es la de rebajarlo a la condición de un ser instintivo incapaz de dominar sus pasiones. Por el designio divino el hombre está destinado a ser Templo de Dios. El cuerpo humano habitado por la Santísima Trinidad, es santo, separado del pecado, destinado a ser imagen de Cristo resucitado.

Los espíritus malignos tratan de arrastrar al hombre incentivando sus pasiones. El pecado original lesionó el dominio que el hombre debía tener sobre sus tendencias naturales dejando su voluntad debilitada. Los demonios van a influir sobre los apetitos para que el hombre no pueda dominarlos y orientarlos por la luz de la razón. Tenemos entonces que sin la ayuda de la gracia divina el hombre es incapaz de resistir las tentaciones  diabólicas. Especialmente en el campo de la sexualidad, de la genitalidad, de las necesidades básicas del comer y beber, de la agresvidad.  Vemos así cómo el desorden interior se instala en las personas y las tendencias sexuales se desbordan convirtiendo al hombre y a la mujer en víctimas de sus apetitos. La fornicación, el adulterio, la homosexualidad, la masturbación obsesiva,  las perversiones sexuales, la bestialidad, etc. Tienen su raíz en la acción no frenada de los espíritus malignos. En vez de dominarlos se deja dominar por ellos. Igualmente en la comida y en la bebida llegando en la embriaguez hasta arrastrarse vergonzosamente por los suelos como los animales.

En el campo de la ira los seres humanos gobernados por los espíritus malignos se vuelven violentos y llenos de rabia hasta perder la razón. Se asemejan a los animales feroces que se desgarran y matan en luchas fratricidas. Diferentes espíritus malignos están detrás de esas debilidades. Asmodeo, Lilith uno, Lilith dos, en la lujuria bajo todas sus formas; Leviatán en la ira y violencia, Belzebú en la soberbia, Baal en la ambición desmedida del dinero y al mismo tiempo en la ruina económica, etc. Además de eso nos encontramos con manifestaciones físicas propias de animales. Hay personas que afectadas por espíritus malignos cuando entran en trance aullan como lobos, ladran como perros, cacarean como gallinas,  caminan  y se rascan como monos, se arrastran por el suelo como serpientes, silban  como cobras, sienten que les caminan animales por el cuerpo, por la cabeza, se brotan de alergias, etc. etc. 

Todos estos son signos de la presencia de los demonios animales que manifiestan su poder sobre el ser humano que no se ha sometido a Jesucristo imagen perfecta del hombre redimido. La Llama de Amor ejerce su función protectora contra estas injerencias de los entes maléficos poniendo una barrera. En la vida del hombre “todo es gracia”, “todo depende del auxilio divino”. Si no se obtiene esa ayuda o gracia de Dios actual, quedamos bajo su influencia más o menos grande. Ese auxilio divino se obtiene por medio de una oración constante, permanente, que impide al enemigo desarrollar su plan de dominación del alma y del cuerpo. La Llama de Amor nos abre los ojos para que comprendamos la gran importancia que tienen  las obras de piedad en el seno de la familia para protegerse del Maligno. Si no hay piedad: oración, sacramentos, adoración, alabanza, Eucaristía, etc. como muros protectores indefectiblemente los enemigos hacen  su trabajo destructor de los valores más importantes en la familia.

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