DEJARSE ILUMINAR POR CRISTO

El 15 de Febrero de 1964 Jesús le da a Isabel unas palabras que deben ayudarnos a comprender mejor la acción de la gracia de la Llama de Amor en nuestras vidas de cada día. Le dice Jesús: “¡Cómo me agrada cuando tu corazón siente conmigo y se estremece por cada pequeñez! Es la continua docilidad a mis inspiraciones que inunda tu alma tan rápidamente con su luz… ”.  Aquí tenemos los dos puntos básicos que debemos “trabajar” para que la gracia de la Llama de Amor transforme nuestras vidas. El “CORAZÓN que siente con Jesús”, y la capacidad de captar las “INSPIRACIONES con que Jesús inunda el alma…”. EL CORAZÓN Y LA INTELIGENCIA. La capacidad de descubrir la verdad y la voluntad para llevarla a cabo. Nuestra estructura íntima nos dicen los filósofos está constituida por dos facultades del alma que nos diferencian de los animales: la inteligencia y la voluntad.  Por la inteligencia llegamos a captar la verdad y por la voluntad nos decidimos a realizarla. Si algo grave perturba a nuestras facultades intelectuales no podremos llegar a la verdad. Cometeremos errores, o quedaremos en la ignorancia, confundidos.

Como la inteligencia y la voluntad están íntimamente unidas e interrelacionadas resultará que nuestras capacidades volitivas (de la voluntad), afectivas, emocionales, se verán afectadas y no podremos  actuar con suficiente libertad. El corazón influye sobre la inteligencia y la inteligencia sobre el corazón. Si ambas facultades están iluminadas por Jesucristo captaremos fácilmente lo que es verdadero, bueno y bello en nosotros mismos y en el exterior; sentiremos en nuestro corazón la hermosura que proviene de la verdad y nos dispondremos a actuar de manera coherente.  El esfuerzo permanente de los espíritus malignos se centra en oscurecer la inteligencia para que no conozcamos la verdad de las cosas. Buscan confundirnos, hacernos caer en el error,  cegar nuestras capacidades, impedirnos pensar, reflexionar, etc. Igualmente buscan “corromper” nuestro corazón para arrastrarlo fuera del bien, de la verdad, de lo que es realmente bello, de lo que es agradable a Dios, de lo que es justo.  Tenemos los sentidos corporales.  A través de los ojos, de la piel, de los oídos, del gusto, etc. nos llega información que la inteligencia procesará para conducirnos a la Verdad. 

En resumen tenemos que nuestras emociones, sentimientos, afectos, reacciones, pensamientos, ideas, conceptos, pueden ser influenciadas por los espíritus malignos.   Podemos pues vivir en Cristo, según los pensamientos y sentimientos de Cristo, o podemos vivir en oposición a Cristo, lejos de Cristo, fuera de Cristo,…lo que San Pablo llama vivir en la “carne”, según la “carne”, de acuerdo al “hombre viejo”, al “viejo Adán”. Según el Apóstol (2Cor 5,18…) ahora que estamos unidos a Cristo somos una “nueva creación”, hemos comenzado a vivir de una “manera diferente”. Todo lo anterior es “basura” comparado con el conocimiento de Cristo (Fil 3,8…), con la comunión en sus padecimientos y en el poder de su resurrección. La dinámica de la Llama de Amor no se puede comprender si no tenemos claro que hemos sido llamados por Dios a vivir en Cristo para participar en el premio de la gloria de su resurrección. Pablo dice: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, al premio al que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús”. (Flp 3:13–14).

Dentro de nosotros se da un tremendo combate entre las apetencias de la carne y las llamadas que el Espíritu Santo nos hace para que vivamos en Cristo.  “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes, sobre las cuales les prevengo, como ya les previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. (Gl 5:19–24). El efecto de gracia de la Llama de Amor se concentra en ayudarnos a crucificar las “obras de la carne” para producir en nuestra vida los frutos del Espíritu Santo.

La palabra crucifixión es tremendamente fuerte. Para entrar en el Reino de los Cielos es indispensable renunciar a los placeres que ofrecen el mundo – demonio – carne. Las personas que no tienen una Fe viva y verdadera rechazarán el Evangelio tal como Jesús lo predica para fabricarse un evangelio a su medida. Ellos quieren entrar en el Reino de Jesús pero sin renunciar al pecado. Detrás de las obras de la carne, está el añadido de la acción seductora de los espíritus malignos. La Llama de Amor no será comprendida por aquellos que no quieren renunciar a las obras de la carne. Estas personas se contentarán con transformar la Llama de Amor en “rezos” o prácticas “devocionales”. No querrán pasar al aspecto fundamental de la devoción que es la “lucha dolorosa” contra el pecado. Serán “devotos” de la Llama de Amor y no les molestará seguir viviendo en “pecado”.

Como dice el refrán, le ponemos una candela a Dios y otra al diablo, y así nos sentimos bien. Tristemente en la Iglesia hay muchas “familias frías” dice la Virgen, es decir, muchas familias que se sienten cristianas y se llaman católicas, pero que en realidad viven “en la carne” porque no han entendido que lo esencial del seguimiento de Cristo es la renuncia al pecado y a lo que lleva al pecado. Una de las características de esta actitud es el rechazo al sacramento de la confesión. No aceptan confesar sus pecados ante el sacerdote porque les da vergüenza, sienten miedo, o por puro orgullo dicen que no se arrodillan ante otro hombre que es tan pecador como ellos. Hay quienes desean ser liberadas de la acción de los espíritus malignos pero no quieren utilizar los medios que Dios nos da, entre éstos uno de los más importantes es la confesión de los pecados.

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