La Llama de Amor es camino de oración e intimidad con Dios

La Jaculatoria: “Derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad” no es simplemente un instrumento que la Virgen María nos da para cegar al Demonio sino que es en primer lugar un camino de santificación, de unión íntima a Jesucristo. Es un camino a la oración de contemplación. Así como la jaculatoria empleada por los monjes del Desierto: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten compasión de mi pecador”  va introduciendo a quienes la practican con perseverancia en el mundo de la oración íntima, la Virgen nos da otra jaculatoria que asumida con una actitud de fe, de confianza en Ella y de perseverancia en su ejercicio, nos llevará a un encuentro vivo con el mismo Jesucristo.

Hoy más que en los siglos pasados, los cristianos estamos enfrentados a un ataque devastador contra la “oración”. Rezamos fácilmente las oraciones escritas, participamos en la Eucaristía, utilizamos muchos medios externos para hablar con Dios, pero nos falta “contemplar el rostro del Señor” en el silencio. El Espíritu Santo gime para hacerse oír en el fondo del alma de los bautizados. No escuchamos este lamento de Dios por el ruido exterior e interior que nos agobia. No estamos en condiciones de comprender las quejas de Dios y las quejas de nuestras almas que languidecen del único alimento que las puede satisfacer: ver el rostro de Dios.

Los antiguos monjes de Egipto nos transmitieron esa herencia de la oración contemplativa que arranca de los fondos más profundos del Antiguo Testamento. La concentraron en la “oración de Jesús”, o “del corazón” que consiste en repetir incansablemente día y noche el Nombre del Señor: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, ten compasión de mí pobre pecador”. Este Nombre sana, libera, destruye el poder de Satanás, quebranta las cadenas de los demonios, aplasta al poder de las tinieblas,ciega al Enemigo y lo vuelve impotente, nos restaura, pacifica, transforma en Hijos de Dios, nos santifica. El corazón va siendo liberado de los malos sentimientos, de las pasiones desordenadas, de las ataduras emocionales a los pecados. Los monjes repiten millares de veces al día esta jaculatoria y son llevados así a la contemplación. Es una escuela de oración contemplativa.

Resulta que no solamente los monjes pueden utilizar este instrumento de crecimiento espiritual sino también los laicos.  Es urgentísimo que también todos: sacerdotes, religiosos y laicos  nos fortalezcamos en la lucha contra el poder de las tinieblas con un estilo de oración contemplativa.

El método de la “oración del corazón” está al alcance de todos por su sencillez y su eficacia. En el párrafo titulado “Mi adorado Jesús”  p 147,  tenemos una alusión a la oración repetitiva: JC  dice a Isabel: “Di y no dejes de repetirlo: ¡Mi Adorado Jesús!” “Ya te dije otras veces cuánto me agrada esto a Mí, y aunque no pronunciaras ninguna otra palabra durante una hora sino sólo ésta, repítela con el arrepentimiento de tus pecados. Esto alcanza el perdón, lleno de gracias por los pecados y da tranquilidad a las almas”.    

La jaculatoria de la Llama de Amor, que es una breve oración que se repite incansablemente, como el Santo Rosario, entra dentro de esta categoría de la oración del corazón. La repetición no es de ninguna manera “monotonía y aburrimiento” como muchos piensan. ¿Acaso la enamorada se aburre o se molesta de que el novio le diga constantemente: ¡Te amo, te amo, te amo….”? Cada “te amo” es diferente.  Así sucede en la oración del corazón. La Virgen nos pide que utilicemos esta jaculatoria sea insertada en el Ave María, sea sola, como un instrumento privilegiado para contemplar a su Hijo Jesús. Es la contemplación del rostro de su Hijo lo que cegará al Demonio, lo dejará incapaz de dañarnos, lo someterá y destruirá su efímero reinado sobre las familias. 

A medida que vamos leyendo el Diario nos percatamos de que la insistencia fundamental de la Madre de Dios es que aprendamos a orar. Individualmente y también en familia.  Allí radica la fuerza de la familia contra el poder de las tinieblas.  Al invocar al Corazón Inmaculado de María y pedirle que derrame el efecto de gracia de su Llama de Amor, le estamos pidiendo que derrame a su Hijo Jesús, sobre toda la humanidad. Que sumerja en la preciosísima Sangre de su Hijo a todos los hombres. No es una fórmula  mágica, es una súplica llena de amor y de ardiente deseo de la salvación de las almas que elevamos al trono de la Madre de Dios. Es una súplica que la Virgen escucha con infinito agrado y que el Padre celestial recibe gustoso por venir de la Madre de su Hijo. Por eso es tan eficaz y nos da la victoria contra el enemigo de nuestra salvación. Las palabras de la Santísima Señora se cumplirán: “Al final mi Inmaculado Corazón triunfará”-

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