La importancia de las jaculatorias en nuestra oración
No es lo mismo conocer o estar informado acerca del mensaje de la Llama de Amor, que “haber recibido la gracia de la Llama de Amor”. No es lo mismo el conocimiento intelectual que la experiencia. No es lo mismo tener ideas acerca “del amor”, que “amar y sentirse amado”.
Mucha gente “conoce” la Llama de Amor, pero no ha experimentado en su corazón “el fuego” que es la Llama de Amor. Por ese motivo es tan importante penetrar en el sentido de la jaculatoria “derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad”. Esa súplica incesante del corazón por la que se pide para sí mismo y para toda la humanidad el “efecto de gracia”. Nos equivocaríamos si llegásemos a pensar que la jaculatoria sirve solamente para “cegar a Satanás”.
La frase que María Santísima nos da es, en primer lugar, un camino desantificación. Jesús, el Hijo de María, es la Llama de Amor de su Inmaculado Corazón. Cuando recitamos la frase lo que estamos pidiendo es que Jesús se derrame sobre nosotros mismos y sobre toda la humanidad.
Para entender mejor, a mi humilde manera de ver, esta jaculatoria y sus efectos sobre quien la vive, hay que remontarse hacia la espiritualidad de los antiguos Padres del Desierto. Es San Agustín quien nos habla del “método de oración” de los monjes del desierto en el siglo IV del cristianismo: la jaculatoria. Una breve frase de la Sagrada Escritura que se lanza repetidas veces hacia Dios como actos de ardiente amor. El Nombre de Dios Todopoderoso es para el monje su fuerza, su refugio, su roca. El Nombre Santísimo de Jesus, ante quien toda rodilla se dobla en el Cielo, en la tierra y en los infiernos, es el centro de esas jaculatorias que llegan al corazón del Padre celestial. Orar con jaculatorias permite guardar a lo largo de nuestra existencia de cada día, la “presencia de Dios”.
Nosotros que vivimos en un mundo lanzado vertiginosamente en la acción y el ruido corremos el peligro de sentirnos vacíos, lejos del Padre celestial, secos espiritualmente. Mucha gente se queja de que no tiene tiempo para orar; de que no puede concentrarse en la oración; de que su vida matrimonial, familiar, laboral anda al garete espiritualmente porque no dispone de un tiempo para alimentar su alma. Nuestros hijos no gozan de un clima de silencio ni detranquilidad para aprender a hablar con Dios y a Dios. El ruido, la música ensordecedora, el “chat” insubstancial se cuelan en todo para quitarnos la oportunidad de estar solos con nosotros mismos y solos con Dios. Esta sociedad moderna está programada para impedirnos volver los ojos hacia el Señor.
En estas circunstancias tan peligrosas para la salvación de las almas podemos aprender muchísimo de los “Padres del Desierto”, los monjes antiguos del siglo IV que son los maestros de la oración contemplativa. Nosotros no podemos dejar las ciudades en que vivimos, ni nuestro trabajo, ni a los hijos, ni tantas cosas que forman el entramado de nuestra existencia para “huir al desierto”, como lo hicieron muchos en la antigüedad. Pero sí podemos aprovechar su experiencia espiritual. El monje va en busca de la paz del corazón; quiere descubrir a Dios; busca la soledad huyendo del ruido de la ciudad. En ese ambiente nace la llamada “oración del corazón”, llamada también “oración de Jesús”. Es un método de oración muy sencillo, que consiste en repetir infinidad de veces, amorosamente, el Nombre de Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo deDios, ten piedad de mí pecador”.
El deseo ardiente de conocer y amar a Dios es lo que sostiene este camino de oración. Poco a poco el alma se va adentrando en la intimidad con el Señor. A lo largo de los días y de los años este anhelo se vuelve como una respiración del alma que envuelve a la persona en una oración permanente, ininterrumpida. En realidad es un camino espiritual que va transformando, liberando, iluminando, sanando, santificando el alma. Este camino espiritual se conoce como “Hesicasmo” (búsqueda de la Paz) y atraviesa toda la historia de la espiritualidad cristiana hasta nuestros días.
Creo que la jaculatoria de la Llama de Amor que la Virgen María nos da, y nos pide que repitamos incansablemente, está muy relacionada con la espiritualidad hesicasta. Los relatos de “El peregrino Ruso” pueden ayudarnos a comprender mejor esta invitación de María Santísima: A través de la jaculatoria “derrama el efecto de gracia…seremos introducidos en la oración contemplativa.
Buenísimo el post. Un cordial saludo.