ESTE ES EL DÍA QUE HIZO EL SEÑOR: LA ANUNCIACIÓN DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE DIOS.

Hoy es el Día que hizo el Señor, día de alegría y de gozo. Para Dios un día es como mil años y mil años como un día. Para comprender mejor la grandeza de la “Anunciación del Señor” debemos ir al Génesis y estudiar ese incomparable prefacio Gn 1,1-2,4 en el que se nos relata la creación. Todo era caos hasta que Dios creó todo lo que existe. Dios creó un mundo feliz. En el centro de esa creación: el hombre imagen de Dios. El pecado original sumió este mundo en la más profunda tristeza y desesperación. Nunca se hubiera imaginado el hombre caído que Dios sería capaz de rehacer este mundo y de transformarlo en un mundo nuevo y feliz. Hoy la Iglesia nos invita a renovar nuestra Fe en Cristo Jesús. Hoy la liturgia celebra la encarnación del Verbo, el acontecimiento histórico más grande de la Historia de la humanidad. Es la Nueva Creación. Ni todo el dolor de este mundo convulsionado por el pecado de Adán y sometido al poder del Maligno puede compararse con la alegría de la encarnación del Verbo. Nuestra felicidad ya está presente, no es de este mundo, pero es real y verdadera. No es una ilusión, no es una mentira, no es un engaño. 

Jesucristo, Verbo de Dios, hecho hombre es nuestra mayor felicidad, nuestro gozo total, que sobrepasa toda tristeza y toda tragedia. Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Aunque las tinieblas lo hayan rechazado y parezca que este mundo está perdido, la realidad es totalmente diferente. Por la Fe los cristianos somos los portadores de esta infinita felicidad; somos los únicos que podemos devolver al mundo la alegría de existir. La acción satánica trata de hundir al hombre en el dolor, en la miseria, en el miedo, en la desesperación. Es como el viento huracanado que levanta las olas en inmensas columnas de agua que arrasan todo a su paso. Sin embargo a unos cuantos metros más abajo el océano sigue su curso impasible y feliz. Los hombre en su ceguera espiritual, promovida por la Serpiente, continúan a construir este mundo “a su manera”. Sin embargo la paciencia infinita de Dios espera con misericordia que abran los ojos y se vuelvan hacia su corazón de Padre. 

Nos toca a nosotros los cristianos proclamar al mundo la Encarnación del Verbo, aunque no nos crean. Cuando hablamos de la Anunciación estamos viviendo al mismo tiempo todo el misterio de Cristo: su vida, su pasión, su muerte, su resurrección, su ascensión a los Cielos y su permanente presencia eucarística en el corazón de la Iglesia. Un día es como mil años y mil años son como un día para el Señor. El centro de la Anunciación no es la Virgen María. Ella, la Inmaculada, la Madre de la Iglesia nos lleva hacia su Hijo. Es la fiesta de Jesús. Jesús es el centro, pero la Madre y el Hijo son inseparables. Por eso hoy honramos a María Santísima, Madre de Dios y de la Iglesia. Felicitémonos unos a otros porque hoy es el día más feliz de la historia de la Creación. Somos testigos del hecho más trascendental de la Historia: Dios se hizo hombre, Dios es uno de nosotros y nosotros somos uno con el Dios verdadero.

Comparte la Llama de Amor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *