CARTA No.128: ¿Qué podemos hacer para evitar el purgatorio?
La señora Lidia, de California, dice: El mes de Noviembre dedicado a orar por las almas del purgatorio. ¿Qué podemos hacer para evitar el purgatorio?
Respuesta: La Iglesia nos enseña que para evitar el purgatorio lo más importante es llevar una vida de santidad: Amar a Dios con todo nuestro corazón y no ofenderlo ni siquiera con la menor imperfección. Es realmente muy difícil que nuestra vida esté exenta de pecados. Aunque tengamos la mejor buena voluntad y nos esforcemos por vivir en plenitud los mandamientos de la Ley de Dios, la experiencia nos dice que es casi imposible sin una gracia super extraordinaria no caer ni siquiera en un pecado venial. Lo más probable es que al momento de la muerte nuestra alma se presente ante Dios con numerosas faltas. Como nada manchado puede ver a Dios debemos pasar por la purificación que la santidad y la justicia de Dios exigen. La realidad del purgatorio nos espolea a evitar el menor de los pecados y a reparar los que hemos cometido. Si bien es cierto que el principal motivo para llevar una vida de santidad es procurarle a Dios la mayor gloria, el temor al fuego del purgatorio también nos ayuda a evitar el pecado. ¿Qué hacer para evitar el purgatorio o disminuir la pena temporal merecida? En primer lugar debemos arrepentirnos con gran sinceridad y dolor por haber ofendido a Dios.
En el Diario Espiritual vemos cómo Jesús invita a Isabel a arrepentirse de sus pecados. “Es tu arrepentimiento, hija mía, lo que te ha traído cerca de Mí” (DE 17-4-1962).
“Cada latido de tu corazón esté lleno de arrepentimiento. En cada respiración aspira mi amor y al expirar pásalo a tu prójimo” (DE 2-5-1962).
“Con el profundo arrepentimiento de tus pecados respondes a mi Santo Hijo” (DE 1-6-1962).
Junto al arrepentimiento debe ir la reparación del pecado cometido. El primer paso de esta reparación es la de confesar el pecado al sacerdote en el sacramento de la reconciliación. Todo pecado debe ser confesado y reparado. Algo muy importante que debemos tener en cuenta es que todos los seres humanos somos solidarios en el pecado de los demás. Esta solidaridad tiene algo muy positivo: es que también somos solidarios en la reparación. Podemos arrepentirnos por los pecados de los demás y podemos reparar sus pecados. Nuestros sacrificios, penitencias y oraciones reparan no sólo nuestros pecados propios sino también los pecados de toda la humanidad. Esto explica por qué Jesús le pide a Isabel tanto dolor y tanto sacrificio: para reparar los pecados de los demás, especialmente de los sacerdotes y consagrados.
Nuestras oraciones y sacrificios ayudan a las almas del purgatorio a salir del “lugar de las penas” (DE 10-4-1962).
Otro punto muy importante y que desgraciadamente se descuida es el de ganar el mayor número posible de “indulgencias”. Para ganarlas la Iglesia nos pone condiciones muy favorables: la confesión, la comunión, obras de misericordia o de piedad que debemos hacer y orar por el Papa. Las indulgencias las podemos ganar para nosotros mismos, para disminuir nuestro propio purgatorio o aplicarlas a los difuntos. Es importantísimo orar por nuestros ancestros ofreciendo arrepentimiento y reparación por sus pecados para que pronto salgan del purgatorio. Hay que informarse de cuáles son las indulgencias que podemos ganar. Consultémoslo en internet. La Virgen María quiere que las ánimas sufrientes “sientan el efecto de gracia de la Llama de Amor de su Corazón maternal” (DE 13-10-1962).
La oración del “ave maría” tiene gran poder para sacar las almas del purgatorio, especialmente en el mes de Noviembre. Todo lo que hagamos en vida para purificarnos de las consecuencias del pecado es mucho más valioso que lo que hagan por nosotros después de muertos. Por eso esforcémonos por ofrecer nuestras oraciones, sacrificios y todas nuestras acciones en reparación mientras estamos vivos. Es necesario que nuestra familia y descendientes se comprometan después de nuestra muerte a celebrar por mucho tiempo la eucaristía, orar y ofrecer limosnas y actos de caridad para los pobres como sufragios por nuestras almas. Desgraciadamente muchas familias abandonan a sus difuntos y se contentan nada más con algunas misas y oraciones. Otras ni siquiera se acuerdan. En la experiencia de varios exorcistas consta que la mayor parte de las almas pasan un promedio de cuarenta años en el purgatorio, aunque hay muchas que sufren por años y años indefinidamente porque nadie ora por ellas. La Llama de Amor nos lleva a amar, a orar y sacrificarnos por todas las almas del purgatorio.