CARTA No.126: Yo quiero aprender a orar, pero nadie me enseña cómo hacerlo.
Julia María, joven de Bogotá, dice: Yo veo que en el Diario la señora Isabel conversa todo el tiempo con Jesús y María. ¿Eso es la oración? Yo quiero aprender a orar, pero nadie me enseña cómo hacerlo.
Respuesta. Planteas algo que es un verdadero problema para muchas personas: ¿Cómo aprender a orar? ¿Quién me puede enseñar a orar? Cantidad de personas dicen: yo no sé orar, no puedo orar, puedo rezar las oraciones escritas, pero ¿Cómo hacer para orar? Los discípulos veían a Jesús orar constantemente y un día le dijeron: “Maestro, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos” (Lc 11,1). El ejemplo de Jesús los cautivó. Veían al Señor levantarse durante la noche y hablar con su Padre celestial. Lo contemplaron cuando Jesús en el templo de Jerusalén o en las sinagogas tomaba parte en el culto público. Recitaban y cantaban los salmos con Él. Jesús subía con frecuencia a los montes a orar y llevaba a sus discípulos. Se aislaba del ruido que lo rodeaba y solitario se dedicaba a hablar con Dios. Su gran oración de la agonía la tuvo en el monte de los olivos. Tal vez el problema mayor del mundo y de la misma Iglesia sea que no sabemos orar y no se ora lo suficiente; hay quienes para nada conversan con Dios. Sin embargo parece que es un problema muy simple de resolver.
La Tradición de la Iglesia nos dice que orar es hablar con Dios. Te recomiendo que confíes en los dones que recibiste en tu bautismo: El Espíritu Santo con sus dones y sus frutos. Jesús nos dice que es el Espíritu que viene de su Padre quien nos introduce como un guía en la Verdad. Él ora dentro de nosotros con gemidos inenarrables. El mensaje de la Llama de Amor contenido en el Diario Espiritual nos presenta a una madre de familia atareada con los problemas de la vida real pero que está todo el tiempo en conversación con Jesús y María. La oración que Jesús da a Isabel es maravillosa: “Que nuestros pies vayan juntos…, nuestras manos recojan unidas…nuestros corazones latan al unísono…nuestro interior sienta los mismo…nuestros pensamiento y mentes sean uno…nuestros oídos escuchen juntos el silencio…nuestras miradas se compenetren profundamente fundiéndose la una en la otra, …nuestros labios supliquen juntos al Eterno Padre para alcanzar misericordia”. Este podría ser el método de oración de la Llama de Amor.
El mejor libro para aprender a orar es la Biblia. Está llena de pasajes en los que se habla de la oración. Sobre todo el devocionario por excelencia son los salmos. Son oraciones inspiradas por el Espíritu Santo. Jesús, María y José con toda seguridad recitaban juntos los salmos cuando oraban en familia. Si quieres aprender a orar, te doy una pista: regálate tiempo, mucho tiempo. Deja de lado muchas cosas inútiles que consumen tu tiempo y dedica el tiempo ganado a orar. Lo mejor: sigue el consejo de la Virgen a Isabel. Levántate a las dos de la mañana cada día y pasa, en el silencio de la madrugada, esas dos horas hablando con Jesús. La manera de aprender a orar se llama la LECTIO DIVINA. Se toma un texto de las Sagradas Escrituras y se lo lee pausadamente varias veces. Tratamos de penetrar en su sentido y después, a partir de ese texto, hablamos con Dios. Entra en Google y pulsa: lectio divina. Encontrarás material suficiente para aprender a orar partiendo de la Palabra de Dios.
En la Iglesia la oración por excelencia, la más perfecta y la más poderosa es el Santo Sacrificio de la Misa. Después viene el rezo de los salmos en el Oficio Divino. Constituyen la oración de Pueblo de Dios. En la vida de cada día los católicos tenemos un grande y maravilloso instrumento para aprender a orar y contemplar los misterios de la vida de Cristo: el Santo Rosario. Es la oración que María nos pide que hagamos todos los días de manera privada y en familia. Con la jaculatoria de la Llama de Amor el Rosario es elevado a un instrumento de cegamiento del Demonio. Una verdadera arma de liberación para todas las circunstancias de nuestra vida. Si se meditan los misterios al mismo tiempo que se van recitando las avemarías entramos en la dimensión de la contemplación. No puede haber avance en la oración si no se lleva una vida de intensa fidelidad a Dios en la guarda de sus mandamientos. Conservar un corazón libre de cualquier pecado es condición indispensable para ser llevado por el Espíritu Santo a un alto grado de oración. Leyendo el Diario Espiritual encontrarás muchísimas enseñanzas sobre este tema.