El mensaje de Fátima es la Llama de Amor
Un punto de encuentro entre el mensaje de Fátima y el mensaje dado a la Iglesia por Isabel Kindelmann. Pensamos que la Llama de Amor en la que Isabel se encuentra “sumergida” es la misma gracia que experimentan los niños de Fátima cuando de las manos de María Santísima brota un rayo de luz que los envuelve y penetra hasta lo más íntimo de su pecho y corazones haciéndolos verse en Dios. Una luz inmensa envuelve a la Virgen Maria; Ella estaba con un corazón en la mano “irradiando aquella luz tan grande que es Dios”.
Esa luz que emana de María Santísima tiene un doble efecto: por un lado envuelve a los niños y los hace verse en Dios, transformados por el amor de la Trinidad; por el otro pone en evidencia la existencia del Infierno y la realidad del mundo demoníaco: El reflejo de la luz penetra la tierra y descubre “como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios” y las almas de los condenados. La gracia de la Llama de Amor recibida por Isabel nos lleva a la intimidad con la Santísima Trinidad y al mismo tiempo nos hace acoger y comprender mejor una verdad de fe rechazada hoy por el mundo “científico”: la existencia del Demonio y del Infierno.
El itinerario espiritual que vive Isabel la lleva a “sumergirse en Jesús como gota de agua en el vino” (p259. “¡Yo soy el vino, tú el agua y ahora he echado unas gotas de los misterios de mi Divinidad en tu alma”. (p260). En los niños de Fátima el encuentro con el Ángel y con el Inmaculado Corazón de Maria los lleva a comprometerse a llevar una vida de intensa oración y penitencia. La Virgen les pide que se ofrezcan como víctimas por la salvación de los pecadores. “¿Quieren ofrecerse a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviarles como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?. ¡Sí queremos!. Tendrán, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios los fortalecerá”. … “Recen el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.
Hay una cierta similitud entre el camino espiritual de los tres pastorcitos y el camino espiritual de Isabel. Los niños de Fátima son arrastrados por esa impactante experiencia mística extraordinaria. ¡De un solo golpe, en un abrir y cerrar de ojos, se ven sumergidos en Dios por la luz que emana de las manos de la Virgen María! ¿Sería así la experiencia de los Apóstoles en el monte de la Transfiguración? ¿La experiencia de Pentecostés? Es un misterio que sobrepasa nuestra comprensión. El hecho es que los niños quedaron completamente transformados. La terrorífica visión del infierno contribuyó seguramente a dar a los niños un ardiente deseo de impedir la condenación de los pecadores. En el caso de Isabel nos encontramos con el lento proceso de purificación e iluminación que la irá conduciendo en medio del diario bregar al estado de víctima. El Señor le pide también que ofrezca grandes sacrificios por la salvación de los pecadores. Isabel no ve el infierno, pero sí experimenta la terrible cercanía de Satanás que bajo múltiples formas y en cantidad de ocasiones, se hace presente en su vida. Satanás le habla, la golpea físicamente, psicológicamente, la abruma de diversas maneras. No hay posibilidad para pensar que la experiencia de Isabel es fruto de una ilusión o de un engaño. No es un invento; es un verdadero testimonio de vida lo que Isabel nos comunica.
Esta madre de familia, del siglo XX, es testigo fehaciente de lo que la Palabra de Dios y la Iglesia nos enseñan. El Demonio existe y aunque su poder sobre el ser humano sea grande, y temible, no es más que una criatura sometida al poder supremo de Jesucristo, el Verbo de Dios hecho carne.
El combate espiritual de Isabel se convierte para nosotros en un ejemplo a seguir. Es imposible para el ser humano escapar al influjo directo o indirecto de Satanás y los suyos. No hay termino medio. No podemos pactar con él; no podemos esperar que nos ignore. Es absolutamente indispensable vencerlo. No hay ningún otro camino más para derrotar a este enemigo de nuestra salvación que el poder de Jesucristo. He aquí sin embargo algo nuevo: las palabras de María en Fátima: “Jesus… quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrazare prometo la salvación…”
Estas palabras de María Santísima encierran la promesa del efecto de gracia de la Llama de Amor. La Virgen no puede prometer la salvación por sí misma. Ella está hablando en Nombre de su Hijo. Abrazar la Devoción al Inmaculado Corazón es acoger la gracia de la Llama de Amor; quien vive la Llama de Amor abraza la Devoción al Inmaculado Corazón de María. Satanás es vencido, cegado por la intervención de la todopoderosa suplicante que obtiene de la Trinidad Santísima por las llagas de su Hijo, la gracia de la Llama de Amor.