CARTA No.98: Continúo respondiendo a Cecilia de Bogotá
Respuesta: El papel del Espíritu Santo en la expansión de la Devoción a la Llama de Amor es determinante. En el Diario solamente se lo menciona de manera directa cuatro veces. Sin embargo cuando la Santísima Virgen dice que la Llama de Amor es su Hijo Jesucristo, está implícitamente nombrando al Espíritu Santo que es UNO con el Padre y el Hijo. Es Jesús quien nos lo promete. En Jn 15,26 dice: “Cuando venga el Paráclito, que yo les enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí”. En el día de nuestro bautismo lo recibimos como el Don del Padre y del Hijo. Nos acompañará toda la vida hasta que entremos en el Cielo. La Virgen nos dice que la gracia de la Llama de Amor es como “un nuevo Pentecostés” para la Iglesia de hoy. Ese domingo los Apóstoles fueron transformados instantáneamente. Quedaron llenos del Espíritu Santo y de inmediato comenzaron a predicar con poder. Se convirtieron más de tres mil personas de diversos pueblos de la tierra. ¿Cuál es el papel del Espíritu Santo? Llevarnos a Jesucristo, revelarnos su rostro.
En la Tradición de la Iglesia se lo considera el Esposo de la Santísima Virgen. Ya en la anunciación del Señor (Lc 1,35) el ángel Gabriel proclama: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. La Llama de Amor es Jesús, la Llama de Amor es también el Espíritu Santo. Habita en nosotros (1Jn 3,24), viene en ayuda de nuestra flaqueza, intercede por nosotros con gemidos inefables (Ro 8,26), nos regenera y renueva (Tit 3,5), da testimonio de Cristo en el corazón de los creyentes (He 5,2), nos enseñará todo y nos recordará todo lo que Jesús nos enseñó (Jn 14,26), nos llena del Amor del Padre y del Hijo, nos da sus siete Dones y produce en nosotros sus doce frutos. No podemos llevar a la práctica, por nuestras propias fuerzas, todo lo que en el Diario Espiritual Jesús y María nos enseñan. Necesitamos la gracia de Dios. Las prácticas psicológicas no pueden vencer el poder del pecado ni obtenernos el auxilio divino. La transformación de la familia en un Santuario es imposible realizarla sin una acción impulsada por el poder del Espíritu Santo. Así que nuestro principal empeño al acoger la Llama de Amor en nuestras familias debe ser “aspirar con firmeza y perseverancia” a los dones espirituales del Paráclito. La Iglesia católica entera debe convertirse en profeta con poder de lo Alto para que este mundo se convierta a Jesucristo.
Para que se dé esta conversión global – el reguero de pólvora de que habla la Virgen en el Diario es necesario que cada familia arda en los dones del Espíritu Santo y produzca en su interior los doce frutos. SABIDURÍA, ENTENDIMIENTO, CONSEJO, FORTALEZA, CIENCIA, PIEDAD Y TEMOR DE DIOS deben habitar en el interior de cada hogar católico para que los hogares maltrechos por la acción satánica se transformen. Esa efusión poderosa del Espíritu Santo no es un mito. La experimentó Pablo de Tarso en la entrada de Damasco y la han experimentado millones de cristianos a lo largo de la historia. Su vida se transformó en un instante. Es algo milagroso. En los grupos de la Renovación Carismática esta experiencia es frecuente. La Devoción a la Llama de Amor bien vivida debe producir en el interior de las familias esos doce frutos del Espíritu Santo: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, mansedumbre, fe, fidelidad, modestia, continencia y castidad. Al ver el poder del mundo de las tinieblas que se abaten con furia contra la barquichuela de la Iglesia nos puede entrar en el alma el desánimo y el pesimismo. Ya Jesús nos lo profetizó, pero nos dijo que Él estaría con nosotros hasta el fin del mundo. La Virgen nos prometió que Ella vencería a Satanás cegando su estúpida soberbia. Lo que nos queda de frente es la propagación diligente de la Devoción a la Llama de Amor con su mensaje y su instrumento.