LA CEGUERA ESPIRITUAL FRUTO DE LA ACCIÓN DIABÓLICA

Lo peor que podemos hacer en esta vida es ir a buscar ayuda a la casa del Demonio. Algo gravísimo está pasando en la sociedad actual a nivel mundial. Se trata del vertiginoso avance de lo diabólico y el crecimiento de la ceguera intelectual, espiritual, moral, cultural de la humanidad entera ante la gravedad de este fenómeno. Pareciera que los humanos estamos ciegos y no nos damos cuenta del avance del mundo de las tinieblas sobre el mundo de la luz. El recurso al Demonio en sus variadísimas formas se ha vuelto una cosa “normal”. Se ha perdido la conciencia cristiana de la extrema gravedad de lo que está pasando. Hay que tener en cuenta que Cristo vino a este mundo a “deshacer las obras del Demonio” (1 Jn 3,8).  Lo más grave de esto es que las mismas autoridades religiosas católicas, que deberían estar adelante en la lucha contra el mundo de las tinieblas, están dormidas e indolentes ante esta pandemia. Como bien lo dijo el novelista francés Charles Baudelaire: “la astucia más grande del demonio es hacernos creer que no existe”.

Pueblos enteros que se dicen cristianos están sumergidos en la magia, en la superstición; viven inmersos en el recurso a los brujos, a los chamanes, a los santeros y a la caterva de servidores de Satanás. Y esto sucede en  todos los niveles culturales. Desde los más ricos hasta los más pobres. Muchas  sectas luciferinas y satanistas están integradas por gente de gran capacidad económica y que ostenta grados académicos elevados. Es algo increíble. Si se tratase de ignorantes, se podría comprender, pero que intelectuales, científicos, políticos formen parte de la Iglesia de Satanás y que promuevan el culto al Demonio es algo incomprensible. Sn embargo, el colmo es lo que dice el P. Amorth en sus libros, que hasta cardenales y obispos, sin contar cantidad de sacerdotes, “no creen en la existencia del Demonio”. Es algo así como que en una guerra los Generales y Capitanes no creyeran en la presencia del ejército enemigo.

En el Nuevo Testamento el Demonio aparece mencionado 188 veces. La acción fundamental de Jesucristo en el Evangelio es precisamente la expulsión de los demonios y la sanación de los enfermos. Si vamos a la raíz del problema, éste se soluciona. Cuando se ataca la periferia, por más esfuerzos que se hagan, los males retornarán. El recurso a lo diabólico tiene como principal resultado la “ceguera espiritual”, es decir la incapacidad de comprender la Voluntad de Dios, su Palabra Santísima.  El corazón se endurece, el alma se oscurece, la conducta se desvía hacia lo inmoral, el hombre queda a merced de los espíritus infernales que lo convierten en su víctima. La principal labor de los demonios es cegar la inteligencia en todas sus formas para corromper y esclavizar el corazón. Si no se pueden distinguir el bien y el mal la conducta del ser humano va al garete, zarandeada por las olas. 

El Evangelio hizo retroceder el paganismo centrado en el culto a los demonios porque la Fe cristiana es la Luz de Dios que pone en evidencia al maligno. Cuando la Fe en Jesucristo languidece en las almas viene la oscuridad que nos impide ver dónde está la verdad.  El cristianismo iluminó a la antigua sociedad griega y latina inmersa en la homosexualidad haciendo ver la perversión intrínseca de semejante aberración. Cantidad de errores morales fruto de la ceguera  de los pueblos paganos están denunciadas en el Antiguo Testamento. Hoy todo eso está resurgiendo como si se tratase de “avances”; la realidad es que detrás de semejantes esclavitudes morales está la acción de los espíritus malignos que ciegan la razón. 

La Llama de Amor tiene esa gran tarea por delante: abrir los ojos a los católicos sobre la existencia del mundo de las tinieblas y su incidencia en la vida diaria de la humanidad. También hacerles caer en la cuenta del gran poder de la oración para derrumbar las fortalezas del enemigo. María nos está indicando dónde está la raíz del mal para que actuemos con la responsabilidad de verdaderos adultos en la Fe. En Fátima la Señora puso el dedo en la llaga y el mundo no le ha hecho caso. Los que creemos en su mensaje debemos poner todo nuestro esfuerzo en darlo a conocer. De que este mensaje sea acogido depende la salvación de innumerables almas.

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