SATANÁS BUSCA SEPARARNOS DE JESUCRISTO
Todos los seres humanos, en mayor o menor grado, sufrimos de los ataques del mundo de la oscuridad. Especialmente aquellas personas que han abierto las puertas de su alma y de su vida a Satanás rindiéndole de una u otra manera “culto” por el recurso a la adivinación, el esoterismo, la magia, la supertición, o porque se han apartado de Nuestro Señor Jesucristo por una vida de pecado o de frialdad religiosa. La consecuencia de los ataques diabólicos son perceptibles para la persona que los sufren porque se ven sumidas en grandes angustias, dolores espirituales y físicos, oyen voces que los impulsan al suicidio, tienen apariciones o visiones macabras, son empujadas a la desesperación, no tienen paz interior, son víctimas de ataques físicos, los tocan, golpean, caen en ruina económica, se hunden en vicios, sus hogares se destruyen por los pleitos, divisiones internas, pierden la razón, la sensatez, etc. etc.
Todo esto lleva a las personas a pedir desesperadamente oraciones de liberación. Cuando nosotros somos víctimas de los ataques diabólicos o nuestros seres queridos manifiestan los síntomas de la acción demoníaca, corremos el peligro de centrarnos en la periferia del problema y de dejar de lado lo esencial, lo verdaderamente importante. En realidad lo importante no está en el sufrimiento que se experimenta a través de nuestros sentidos, sino lo realmente grave está en el alejamiento del alma respecto a Jesucristo. Lo que importa al Demonio es que las personas vivan fuera de la obediencia o Señorío de Jesucristo. Lo que debemos considerar sumamente grave no son los percances externos sino el pecado, el rechazo a Dios. Aquí está la gran equivocación. Las más importantes víctimas de Satanás no son las personas afectadas por grandes tentaciones, infestaciones, opresiones, obsesiones, vejaciones, o posesiones.
Las personas verdaderamente desgraciadas son aquellas que no creen en Jesucristo y que han aceptado consciente y voluntariamente vivir en situación de pecado. Éstas son las auténticas víctimas de Satanás. !Especialmente los ateos! Tanto más son dignas de lástima cuanto casi siempre se “sienten bien” y no tienen necesidad de pedir ayuda. Su vida aparentemente es exitosa, su orgullo y soberbia los llevan a despreciar todo lo que pudiera salvarlos. Las personas que sienten en carne propia los ataques diabólicos de ordinario buscan ayuda espiritual. Los que son víctimas de los ataques contra la “inteligencia y la voluntad”, no se dan cuenta de que han caído en redes “tan sutiles” que son prácticamente indetectables sin la ayuda divi. Satanás se convierte en “ángel de luz” y conduce a estas personas al orgullo virulento, al autoengrandecimiento, a la ambición del poder, del dinero, del placer, a la prepotencia, a la ceguera intelectual y espiritual, al desprecio de lo sagrado, de lo santo, de la humildad, de la pobreza, de la sencillez… a la autosuficiencia, al desprecio de Dios.
Es el pecado de Satanás por excelencia: ¡No tengo necesidad de Dios! ¡Yo soy mi propio Dios! ¡No me humillaré ante Dios! ¡No serviré! Las personas afectadas por las manifestaciones “sensibles” terminan por volverse hacia Dios y suplicarle la liberación y sanación de sus males. Isabel Kindelmann fue víctima, igual que muchísimos santos, de los ataques diabólicos. Dios se sirvió de ellos para “purificar y santificar” a la sierva de Dios. Igualmente Dios permite los ataques diabólicos para nuestra conversión y santificación. Es mucho peor el estado de un alma en pecado mortal que la situación espiritual de una persona afectada por los ataques del Maligno pero que vive en gracia de Dios. El verdadero camino de “liberación” es el acercamiento a Nuestro Señor Jesucristo por una vida de intensa piedad. Este es el camino que nos propone la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María. Satanás huye de allí en donde reina Jesucristo porque sabe que será vencido y totalmente humillado