FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
Hoy queridos hermanos, día de todos los santos, deberíamos celebrar la fiesta de nuestros ancestros. Todos deberían estar en el Cielo. No es voluntad de Dios que una sola alma se condene. Debemos tomar conciencia en esté día que la gran responsabilidad de cada padre y madre de familia es la “santificación de cada uno de sus hijos”. En el Diario Espiritual de la Llama de Amor vemos cómo Isabel va pasando desde una manera “ordinaria” de vivir su Fe, a una vida de intimidad extraordinaria con el Señor (DE 25-2-1966; 26-1-1966; etc.). En numerosas pasajes podemos captar su enorme progreso en el camino de la perfección cristiana. Un doble trabajo tienen los esposos y padres. El primero es la santificación del cónyuge. El segundo la santificación de los hijos. Dos pasos son necesarios en este camino de la santidad: primero el alejamiento de todo lo que es pecado; segundo el acercamiento a Jesucristo.
Si queremos familias santas y santificadoras necesitamos padres de familia santos que puedan santificar a los hijos.Solamente Dios santifica, pero los padres son los primeros instrumentos de los que se vale el Señor para santificar a la prole. La herencia intergeneracional es una misteriosa realidad. Ya en la Biblia tenemos esos desconcertantes pasajes en los que se dice que Dios castiga hasta la cuarta y quinta generación (Ex 20,5; Dt 5,9; Nm 14,18; Ex 34,7;Tob 9,11, etc.) pero que también perdona y bendice por mil generaciones. Hay unos lazos espirituales que se trenzan entre los ancestros de las familias y sus descendientes. Tanto para bien como para mal. Es importantísimo que los padres de familia sean santos para que transmitan santidad a sus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos y demás generaciones. Estamos siendo favorecidos por la santidad de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y demás ancestros. También desgraciadamente los pecados de nuestros antepasados influyen sobre nosotros y nuestros pecados influirán sobre las generaciones futuras. Lo más importante es que la raíz, los padres, sean santos para cortar las malas herencias y transmitir bendiciones. En estos momentos la Iglesia y la humanidad entera necesita más que nunca esposos santos.
Es realmente trágico cuando los jóvenes que desean fundar una familia lo hacen fuera del Sacramento del Matrimonio o sólo por la unión civil, pensando que es mejor el “amor libre” que los lazos sacramentales. El resultado es que desde el inicio esa familia está fundada fuera de la ayuda de Jesucristo y en pecado de fornicación. Este es el fruto de la falta de Fe y del pésimo ejemplo de innumerables parejas que simplemente “se juntan”. Es impresionante, cuando se hacen los exorcismos o las oraciones de liberación en personas seriamente afectadas por la acción diabólica, la comparecencia de las almas de los antepasados. Sobre todo cuando los ancestros y especialmente los padres de familia han practicado la brujería. Es grandísimo el poder de los padres de familia sobre sus hijos y descendientes. He visto cantidad de hijos posesos porque los padres fueron a buscar “cura” donde los hechiceros. Quedan ellos y sus hijos enfermos en el alma y en el cuerpo. Los demonios acusan a los padres, abuelos, bisabuelos y ancestros de haber ido donde brujos. Los descendientes quedan con múltiples afectaciones que son muy difíciles de curar: ruina económica, dolores corporales, problemas psíquicos como angustia, desesperación, tristeza, depresión, alcoholismo, obsesiones sexuales fortísimas, etc. etc.
La Llama de Amor es dada a los padres para que en primer lugar protejan a su familia de las asechanzas de los espíritus malignos y de sus servidores. Una familia que ora todos los días y vive su consagración al Inmaculado Corazón de María es protegida de la malicia del Demonio quien queda cegado y termina por huir. Los cónyuges deben asimilar, comprender, que la vocación al matrimonio es una llamada de Dios a la santidad de vida. Dios quiere esposos santos y santificadores de sus hijos. Dios quiere familias santas en las cuales se establezca su reino.