Hagamos vigilias y sacrificios por nuestros enfermos en agonía (moribundos)

El Señor nos explica en las palabras que dirige a Isabel cómo podemos ayudar a la salvación de estas almas. Estamos aquí frente al misterio de nuestra participación en la oración y sacrifico de Cristo. Dios ha querido que todos los hombres estemos íntimamente unidos como una familia espiritual. Si por el pecado de Adán todos estamos afectados por el mal, por el Sacrificio de Cristo Jesús, todos somos solidarios en la Redención. Dios nos ama tanto que no quiere que ninguna alma se condene. Las enseñanzas de Jesús a Isabel Kindelmann nos recuerdan ese gran deber que tenemos de orar y sacrificarnos por la salvación de los pecadores. “Toma parte sin cesar en mi trabajo redentor. No preguntes cómo, así que llegue mi Reino a ti y a todas las almas” (p48).

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